Sin autor no hay obra.
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Cuando se encuentra un amor lejano las distancias duelen. La boca puede quedar seca por un beso que nunca sentirán tus labios.
Así había escrito el poeta sobre un amor a distancia.
Ellos se amaban pero él residía en Amsterdam donde trabajaba y estudiaba pintura en el museo Van Gogth.
Ella estaba en Dublín estudiando en el Conservatory of Music & Drama.
El arte los unía pero durante dos años deberían amarse a la distancia. Dos horas de vuelo de uno o de otro los acercaban para pasar algunas noches juntos.
Eran horas donde sus cuerpos se llenaban de caricias. Donde los besos parecían eternos. Donde las lenguas paseaban traviesas entre humedades. Y esos orgasmos...Los que te llevan a las estrellas lejanas...Explotaban por amor dejando los cuerpos temblando.
Así se desarrollaba la historia. Minutos de amor pleno y días enteros pensándose. Porque eso también es amor. Pensarse a la distancia.
El amor es la alegría de los buenos. El asombro de los incrédulos.
Ese escritor seguía escribiendo y decía que tus manos se congelarán de deseo en la distancia.
Pero ellos, sentían aún sin tocar. Ellos podían mirar a través del deseo.
El amor cuando es auténtico cuesta.
Estaban dispuestos a pagar el precio. Esos dos años pasarían y un día, un glorioso día, estarían juntos sin distancia. Y disfrutarían ese presente más que nada en el mundo.
Ella llevó su violín y le puso música al encuentro.
Y sí, no había duda, el arte los unía. No hay distancia que separe a dos que se aman y comparten su amor en el arte.
