El folletìn eran episodios en serie (Llegaban hasta 50 o 60 capìtulos) diarios y que dejaban suspenso para el dìa siguiente.
Su duraciòn era de 30 minutos dìarios de los cuales 6 eran publicidad. En esos 24 minutos cada dìa la historia avanzaba y nos iba sumergiendo en sus aguas.
Cuando estudiè guiòn de radio en Argentores, la casa del escritor, me interesò mucho este rubro y me propuse escribir algo màs corto pero en el estilo folletìn diario. La palabra folletìn tuvo su origen en Francia del francès FOLLETEUM que era un gènero dramàtico de ficciòn con intenso ritmo de producciòn...Precisamente por la cantidad de capìtulos.
Y los sueños se cumplen...Soñaba con escribir uno y lo hice. Y en su momento lo compartì con ustedes. Y ahora, que por causa de un viaje que empiezo hoy no harè publicaciones por unos dìas entonces aprovecho para reflotarlo para que con tranquilidad y tiempo lo puedan leer. Les pido lo hagan con paciencia, si es bueno los atraparà y querràn llegar el final de los 14 capìtulos.
El estilo es lo que llamamos la biblia de la historia, contada con detalles a la cual solo hay que ponerle luego los diàlogos basados EN ESTA BILBLIA de la historia para que sea un producto radial completo.
Las comparto con ustedes...El personaje central Es EL COMISARIO JEFE DE HOMICIDIOS, ADALBERTO QUIROGA. Una invenciòn de mi loca cabeza, un personaje que amo y fue y serà protagonista de muchas historias.
Ojalà lo disfruten.
UN ABRAZO PARA TODOS.
ENRIQUE DI BAGGIO.
¿DÓNDE ESTÁ QUIROGA?
AUTOR: ENRIQUE DI BAGGIO
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CAPÍTULO 1
BLOQUE 1
El
ex comisario ADALBERTO QUIROGA es sorprendido en el estacionamiento por el
NEGRO DIAZ, un mafioso creador de una terrible banda que asaltaba blindados y
camiones en la modalidad llamada en la
jerga: Piratas del asfalto. Con claro desprecio por la vida ajena. La
organización “trabajó” varios años en las calles y se movía como una empresa con
abogados y contadores que “Blanqueaban” entradas de dinero sucio. El ex
Comisario, ejerciendo su profesión, logró detener, luego de tareas de inteligencia
y enfrentamientos a la cabeza de la banda: El Negro DIAZ. El mafioso juró en
muchas oportunidades vengarse de él y del detective Pezoa, el cual, casualmente
o no tan casualmente, tuvo un grave e inexplicable accidente con su auto y
estaba convaleciente de hacía dos meses. Ahora, libre después de varias
argucias legales para acortar su condena, El negro volvía a cumplir su venganza.
QUIROGA sintió el frio del caño del revólver en su nuca. Reconoció una voz
conocida desde atrás que le ordenaba quedarse quieto. En un momento pensó en
apretar la alarma de su auto con la llave que tenía en la mano, pero el Negro,
de él se trataba, reaccionó rápido e hizo sonar el clic del arma preparada para
matar y le dijo :“Ni se te ocurra…te mato aquí mismo”
BLOQUE 2
Bárbara
esperaba a su esposo para cenar. Los platos, cubiertos y sartenes tenían el
movimiento de su apuro para preparar la comida del viernes. Su hijo Martín había pasado a visitarla. Apenas le pudo
contar que mañana cumpliría con Quiroga el primer año junto. Ella separada. Él
viudo. Esta nueva etapa de sus vidas los encontraba más unidos que nunca. La
pregunta de su hijo la contestó sin pensarlo:” Mamá, ¿Sos feliz?” Mirándolo a
los ojos le contestó con un sí seguro y alargado en su última i. El abrazo de
su hijo le mostró cuanto se alegraba.
BLOQUE 3
Quiroga
ya le había visto la cara a su conocido e intuía, con su boca incrustada en el piso del auto, mientras
circulaba vaya a saber porque calles, en la parte trasera, que corría serio
riesgo que lo mate. Su celular no dejaba de sonar, el negro se agachó, se lo
sacó del cinturón y lo destrozó. No lo tiró. Lo destrozó. Desde ese lugar
incómodo y casi asfixiante con la pierna
y el pie del secuaz del Negro, “DEDOS”. Federico Cantraro en su prontuario,
haciendo presión para que no se mueva le
preguntó: ¿Qué es lo que querés? Si fuera matarme, ya lo hubieras hecho”. La
risa fingida y repugnante del Negro trajo la respuesta: “¡Tenés razón
ortiva!|.Ya te hubiera matado, pero tengo otros planes para vos. Hoy es el
primer día de los últimos que te quedan, pero antes, vas a sufrir… Quiroga casi
no podía respirar, exhaló un soplido
para soltar su angustia y quedó en silencio. El otro secuaz del Negro,
“Metralla” Gomez manejaba en silencio y solo soltaba alguna risita de
aprobación a lo que decía su jefe.
FIN DEL CAPITULO.
CAPITULO 2
BLOQUE 1
Quiroga
escuchaba el majestuoso silencio del lugar. Atado con una cadena a una vieja
viga de hierro que cruzaba la pared en forma horizontal. Suponía que estaba en
un lugar alejado de la ciudad…los únicos sonidos que se escuchaban era una
radio alejada y el ruido de la cadena
que lo sujetaba en uno de sus tobillos y le permitía sentarse en el piso de
baldosa gastada y “moverse” en un circunferencia aproximada de un metro. El
negro lo había dejado allí luego de un viaje que duró aproximadamente dos
horas. Sin mediar golpes, ni maltrato solo le dijo: “En un rato te vuelvo a ver”.
Metralla Gomez quedó con él, y mientras le sonreía socarronamente se aseguró
que las manos de Quiroga, queden inmovilizadas delante de su cuerpo y a la
vista. El clic de la llave de las esposas que tantas veces utilizó Quiroga
cerró toda posibilidad de fuga. Metralla, al salir de esa especie de habitación
y antes de cerrar la puerta le volvió a sonreír. El silencio, el silencio lo
angustiaba aún más…Quiroga pensaba en Bárbara, en su hija, en los hijos de
Bárbara socorriendo a su madre desesperada. Revivía en su cabeza todos los
recuerdos de la personalidad del negro y lo que pensaba no lo tranquilizaba.
Él, junto con Pezoa, habían desbaratado todos los planes de Díaz, la banda fue
cayendo como castillo de Naipes. El negro nunca esperó eso de un ortiva con
cargo de la federal. Creyó que para atraparlo se iba a necesitar hasta poder
político…pero no…el Jefe de homicidios que intervino por las muertes que
sucedían en los asaltos, y su joven y promisorio ayudante con muy poco lograron
encarcelarlo. O mejor dicho con mucho: Sagacidad, profesionalismo, astucia, y
sobre todo, sorpresa.
BLOQUE 2
Cónclave
familiar en casa de Bárbara. Todos los que ocupaban los pensamientos de
Quiroga, estaban allí. Martín, Pablo, Ariana la hija de Quiroga, Patricia la
esposa de Pablo. Hacía 12 horas que no se sabía nada de él. El auto había sido
encontrado en la madrugada por personal de robos y hurtos de la policía
Federal. Allí en el estacionamiento, intacto. ¿Dónde está Quiroga? Se preguntaban
sus ex compañeros. El detective Pezoa, todavía no puede caminar por sus
fracturas, pero se comunica con Bárbara y se pone a disposición. Ya había
verificado que no hubo un accidente. Comenzó a tejer su investigación tal cual
le había enseñado el Comisario. Empezaba por lo lógico: Un secuestro por plata.
Pero no descartaba nada…Toda la fuerza estaba de su lado…la Federal era una
sola buscando a este hombre salido de sus entrañas y forjado con las premisas
de un buen policía y mejor ser humano. Bárbara, aturdida por la desesperación,
escuchaba atentamente las comunicaciones que hacían con sus aparatos policiales
los 2 detectives de la división secuestros que se habían instalado en su casa.
BLOQUE 3
“Vas
a perder todo antes de morir Quiroga”. La voz del Negro era firme y con mucha
bronca contenida. Le decía que cuando él y su ayudante, el ortiva de Pezoa, lo
detuvieron tenía “La papa en la boca” pero ellos lo involucraron con los
asesinatos y lo complicaron en serio. Mientras le hablaba hacía girar una moneda
sobre una vieja mesa de madera y levantaba la vista para mirarlo con ojos de
fuego. Metralla seguía sonriendo parado en la única puerta de salida. Dedos,
apodado así porque tenía la costumbre de usar sus largos dedos para sacarte
algo sin que te des cuenta, como un vulgar punguista, sentado en el piso y
apoyado en una pared solo tosía débilmente ante los dichos más amenazantes de su jefe. “Tu familia estará sufriendo y
esperando que los llamen por algún rapto…pero no, nadie los va a llamar.” “Tu
amiguito Pezoa tenía tornillitos flojos en el tren delantero de su auto…pobre,
pero la sacó barata. Se te escapó la tortuga Quiroga, pensaste que el accidente
de él fue solo por la alta velocidad.
Parece que tu olfato está fallando” La indignación de Quiroga crecía y en un
momento se inclinó hacia delante, como queriendo abalanzarse, pero el tirón y
el ruido de la cadena lo volvió a la realidad. “Matame y tira mi cadáver en
cualquier lugar para vanagloriarte y listo”
Escupió Quiroga con voz ahogada de la impotencia. “Ya te dije ortiva,
que no iba a ser tan fácil. Tu Bárbara, ¿Así se llama no? Y tu hija van sufrir no tenerte y no saber donde estás. Si
te mato y muestro tu cadáver se termina todo. “Metralla: Dale un tacho para que
el ortiva orine…es un enchastre lo que está haciendo ahí” Tomó su moneda giratoria y salió del lugar seguido
por Dedos…los dos se dieron vuelta lo miraron antes de desaparecer y largaron
una carcajada casi al unísono.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 3
BLOQUE 1
El
ruido metálico del oxidado tacho que le acerca Metralla sirve de fondo para la
frase de Quiroga: “¿Sabés en lo que te estás metiendo?” Con la vista fija en él
le “disparó” a quemarropa uno de sus últimos cartuchos, quizá el último, para
lograr salir de allí. Conocía los rasgos
psicológicos de Metralla…recordaba todo su prontuario…No era un tipo violento.
Tampoco había tenido grandes causas, solo cayó fuerte arrastrado por la banda
del Negro. Metralla, era un apodo sobre un pequeño tartamudeo que todavía era
visible al hablar. Nada ver con la violencia. La mirada que devolvió no fue de
rechazo. Quiroga subió la apuesta: “Si contactas a Pezoa él te puede ayudar a
zafar de esto y a mí me puede liberar”. Ya no sonreía socarronamente. Escuchaba
al policía que, sin duda, reflotó miedos internos. Era mucho en lo que estaba
involucrado: Raptar y seguro matar a un ex jefe de Homicidios de la Federal…era
demasiado. “Sabés lo importante que es Pezoa en su laburo”. Metralla solo lo
miraba seriamente. “Pensalo, estás libre y no tenés que volver a la cárcel” “Si
el negro cae…estaba vez va ser definitivo” “Vos no tenés que vengarte de
nadie…y de esto, Pezoa y yo te hacemos zafar”. Las palabras giraban una y otra
vez dentro del cerebro primario de Metralla. Quiroga se preguntaba si tendría
resultado su estrategia…Se sentó en el suelo apoyando su cabeza en la pared,
cansado…se pudo escuchar un pequeño golpe de su nuca contra ella. Metralla
salió por esa maldita y única puerta llevando adentro un dilema. Su silencio,
ante las palabras, era un buen indicio.
BLOQUE 2
La
familia unida en la búsqueda de Adalberto, el amor de Bárbara. El padre
ejemplar…el policía de alma que también tenía a la federal en vilo. Las
reuniones en la casa se sucedían…habían localizado la última señal del
celular…pero eran piezas de un rompecabezas. Pezoa le comunica a Pablo, hijo de
Bárbara que estaba buscando sospechosos
entre los que habían puesto presos en los últimos años…tampoco descartaba una
venganza de ex policías con cuentas para saldar con ellos o... ¡Cualquier cosa!
…Pezoa había llamado a un colega, Ramírez, que hacía lo que él por su estado no
podía. Todos buscan a Quiroga. Pasaron tres días y ninguna comunicación.
Bárbara rezaba con fe y desesperación. Trataba de estar entera, especialmente
por la hija de Quiroga, Ariana, que realmente estaba desconsolada. Martín ayuda
a la policía con datos, búsquedas, deambulaba por todos lados donde imaginara
podía tener algún indicio. Los hospitales, las pericias al auto, todo estaba en revisión. En un momento
de la tercera noche, Bárbara, se encerró en el baño y lloró silenciosamente,
acallando dentro de él los gritos de desesperación que hubiera emitido. Nadie
escuchó y percibió ese momento desconsolado y solitario donde salió a relucir
toda la angustia contenida.
BLOQUE 3
Pezoa
analiza con un ayudante algunos personajes que pasaron por la vida de Quiroga.
Había varios con motivos suficientes para odiar al policía, incluyéndolo a él,
su mano derecha. Entre nombres e hipótesis una llamada ilumina la cara de
Pezoa: Metralla Gomez se comunica con él y comienza a contar sobre Quiroga.
Antes se asegura una y mil veces cuál va ser su rol y como iba a zafar de esto.
Pezoa no duda en ningún momento, sabe que Quiroga hizo algo para convencer a
este hombre. ¡El comisario estaba vivo! Ahora había que buscar la forma de
liberarlo. Mientras, Quiroga, recibía un tremendo baldazo de agua helada y un
grito: ¡Despertate!
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 4
BLOQUE 1
El
“dulce” despertar volvió a la triste realidad al comisario. ¡Sí, comisario!
Nunca había dejarlo de serlo aún retirado. La vocación lo iba a acompañar hasta
el día de su último suspiro. Al abrir los ojos se encontró con la cara
sonriente de “Dedos”, que agachado frente a él, lo miraba sonriente, como
gozando a un hombre en estado de indefensión. Lo observaba moviendo su cabeza
para un lado y para el otro viendo como el agua recorría el rostro de Quiroga.
Detrás, en la misma mesa de madera, Díaz dice: “Tenés que estar
despierto ortivón”. Disfrutar cada
momento de los que vendrán. Dormir es perder el tiempo cuando uno tiene cosas
importantes que hacer. Estuve analizando varias cositas para vos.” Comienza a
relatarle una a una produciendo en el comisario estremecimiento en todo su ser.
Puedo
secuestrar a tu hija y hacer que Dedos la viole delante tuyo, le dice. Las “estrategias”
se suceden: Traer a tu esposa y matarlos juntos, o secuestrar a sus nietos,
siempre con vos consciente de lo que está pasando. Terminar de reventar a Pezoa
tampoco estaría mal y, ¿Por qué no?, hacer todo esto junto. Mientras El Negro
desplegaba todo su arsenal de posibles atrocidades, la entrada de Metralla, su
saludo despreocupado: “Hola chicos”, desvió la atención. El Negro le espetó:
“¿Donde carajo estabas?” La excusa de la visita a su novia y la mirada que
cruza con Quiroga, abren una luz de esperanza en ese hombre atrapado.
BLOQUE 2
Pezoa
guardó el secreto de la comunicación con Metralla. Se salía de la vaina por
decirle a la familia que Quiroga estaba vivo. ¿Pero si era una mentira? ¿Si
Metralla fallaba o hubiera hecho esto por algún motivo sin saber que había
pasado luego del secuestro? Después de
todo lo único que hizo fue decir que lo tenía el Negro, que estaba vivo y
preguntar cómo iba a zafar él. No dio lugar de escondite ni…casi nada más. El
detective solo esperaba una nueva comunicación y empezó a rastrear al negro.
Llamadas, datos que se cruzaban, todo lo relacionado con la banda del Negro
estaba en la mira. Una casa en las afueras del pueblito llamado Ranchos, la
cual había sido allanada en su momento para detener a gente de la banda, llamó
la atención de Pezoa, que con un chasquido de sus dedos le indicó Ramírez que
preste atención a ese lugar. El chasquido era muy habitual en él cuando creía
haber “Dado en la tecla”.
BLOQUE 3
No
tuvo necesidad Pezoa de investigar sus sospechas. La nueva llamada de Metralla trae consigo la
confirmación del lugar y antes, todas las “retribuciones” que esperaba por su
información. Sabía que podía confiar en Pezoa, y éste, ahora sí, estaba
confiando en Metralla. El momento de liberar a Quiroga sería esa misma noche.
Solo estaría Metralla. Lo demás caería solo. La puerta se abre, en silencio
Metralla retira arrastrando el oxidado tacho, no levanta la vista ante un
Quiroga expectante. Antes de irse, segundos apenas, le dice: Esta noche te vas,
tu amiguito te viene a buscar. Quiroga se sienta y apoya su nuca por centésima
vez en la pared…un suspiro de alivio suelta la angustia contenida. Se escucha
la cerradura de la puerta cerrarse, quizás, por última vez.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 5
BLOQUE 1
Las
horas se le hacen interminables. Se sienta, se para, camina y vuelve en el
pequeño metro que la cadena le permite alejarse. El arrastre de ésta en el
mosaico suena como fondo de la angustia que siente. El infierno está en ese
metro. Se interrumpen todos los pensamientos del comisario ante la entrada de
sus tres carceleros. El Negro, con mirada altiva y el odio dispuesto a salir de
sus entrañas. Metralla con la vista dirigida al suelo sin mirarlo a los ojos.
Dedos siguiendo a su “amo” con la mirada de un ser nacido para cumplir órdenes.
Un lacayo servil que se mueve como si no tuviera alma. Dirigido como un muñeco
de ventrílocuo. El Negro sigue con su trabajo psicológico ahora averiguando
exactamente y por boca de Quiroga, como hizo para hacerlo caer preso. Quería
detalles de algo que nunca pudo o no quiso comprender. Ante una contestación
del comisario que no le gustó se acercó y le encajó, si le encajó, un tremendo
puñetazo que le partió el labio. Fin de los “buenos modales”. Ante la
recriminación de Quiroga remarcándole lo cobarde que era pegándole a un hombre
esposado, una tremenda patada de Dedos sobre la ingle derecha lo dejó
retorciéndose de dolor.
BLOQUE 2
Pezoa
le informa la noticia que Quiroga está con vida a Bárbara y a Ariana, que
estallan en un llanto repleto de alegría. Se abrazan, se besan, y casi se tiran
encima del detective, quien quiso darle la noticia personalmente y con unas
incómodas muletas dio cada paso de entrada al edificio y luego al departamento
de su ex jefe. La liberación sería inminente pero, como todo buen policía, no
abundó en detalles de la forma ni el momento exacto. Las preguntas eran miles,
las respuestas, sólo las necesarias. Pezoa les pidió que hasta que se produzca
la liberación, no digan nada ni a los hijos de Bárbara. Sólo como precaución.
La mujer empezó a tener conciencia que la liberación todavía era una difícil
tarea a realizar. Irina recordó historias que el papá le había contado sobre
unas tensas liberaciones de rehenes. El detective le pidió prudencia pero les inspiró
confianza. Un llamado al celular le indicaba que la operación se iba a realizar
en menos de una hora. Bárbara intuyó lo que le habían avisado pero la “Cara de
póker” de Chiquilín, como lo llamaba Quiroga, la hizo dudar.
BLOQUE 3
El
grupo GEO de asalto, cuatro móviles particulares atestados con policías de
civil y acompañados por el ayudante de Pezoa, Ramírez, estaban llegando al lugar donde
estaba Quiroga. No se esperó hasta la noche como se lo había pedido Metralla.
La sorpresa, incluso para éste, haría todo más simple y con la posibilidad de
detener a todos, incluso al Negro Díaz, pieza deseada para los cazadores
policiales. Comunicaciones entre las radios de los autos. Instrucciones del
comandante del grupo Geo a sus hombres, todo era el preludio del objetivo:
Rescatar a Quiroga y si es posible detener a la banda. Todos estaban informados
que Metralla era el soplón y había que resguardarlo, pero también sabían que la
sorpresa podía jugarle en contra y tener una reacción impensada. En la casa, el
Negro estaba cada vez más violento, ya no solo con presión psicológica sino con
maltrato físico. Su odio afloraba con intensidad. Metralla ya se sentía
incómodo, Dedos acompañaba a su jefe hasta en los gestos. En medio de ese
ambiente Quiroga trataba de mantener su dignidad soportando preguntas sin
repuestas y golpes. En un momento de silencio total, justo en ese momento,
donde no había palabras ni ruidos, la puerta se abre violentamente y el grupo
de asalto entra a la casa como solo ellos saben hacerlo. Sorpresa total. Dedos
intenta disparar y es abatido con un certero balazo en el pecho. Quiroga se
agacha lo más que puede para no ser herido. El Negro, como todo cobarde, solo
atinó a dirigir su última mirada de odio hacia Quiroga y casi en el mismo
momento levantar sus brazos en síntoma de entrega total. Metralla quedó
inmóvil, en el mismo lugar donde estaba, solo levantó sus manos para ser
palpado. Ramírez, emocionado entra detrás y vé a un hombre al cual admiraba,
sucio, golpeado, atado a una mugrienta cadena y esposado. La emoción de
encontrarlo vivo lo hace dirigirse hacia él, inclinarse y tomarle la cara con
ambas manos, mirarlo a los ojos, y decir con palabras salidas de lo más
profundo de su corazón: “¡Comisario!”. Lo abraza apoyando la cara ensangrentada
de Quiroga en su pecho, como si fuera su padre herido. Así lo sentía. Los dos
quedan abrazados por un minuto donde se transmitieron años de sentimientos y
sensaciones. De fondo, se escuchaba a los demás policías con todos los ruidos
típicos de la situación. El comandante de GEO, otro viejo conocido de Quiroga
se acerca y le pregunta: “¿Estás bien Adalberto?”- El comisario levanta la
cabeza “asfixiada” por el abrazo de Ramírez y le responde: “Sí Quique, estoy
bien y demás está decirte que me alegra verte” Una sonrisa de los tres y la palmada del
camarada en la espalda de Quiroga, cerró
la escena.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 6
BLOQUE 1
En
la comisaría del pueblo de Ranchos, acostumbrada a la tranquilidad del lugar,
los agentes y su comisario sentían una mezcla de responsabilidad impensada
mezclada con “cholulismo” ya que “grandes” de la Federal estaban allí rodeando
a Quiroga, el cual fue curado y revisado por forenses. A eso se sumaba la
detención de un tipo como el Negro Díaz. Fiscales, juez, policías federales,
todos los actores para que Ranchos tuviera años de qué hablar. Tecleos de
viejas máquinas de escribir, llamadas, radios con comunicaciones abiertas sonaban
como fondo del pequeño lugar. La gente afuera, acostumbrada a dejar las puertas
abiertas, las bicicletas en la calle, los autos sin alarmas de pronto fueron
testigos de un tiroteo con muerte, rescate de un “Grosso” como Quiroga, detención
de un mafioso, todo, absolutamente todo. Algún vecino del lugar con inquietudes
artísticas hasta pensó que algún director o productor cinematográfico podría
filmar una película que llevaría el título: “Rescate en Ranchos”. La verdadera
historia realmente tiene final feliz cuando
llegan al lugar Bárbara e Ariana, la emoción del abrazo de Adalberto con ellas
acalla todo… paraliza… los testigos de este encuentro “sintieron” la energía
del amor de pareja y el filial en su más pura expresión. Nadie dio la orden
pero todos dejaron de lado lo que estaban haciendo para, simplemente, observar
ese duro hombre golpeado, abrazando a las dos mujeres de su vida, una con cada
brazo, y los tres unidos por los de ellas que rodeaban el fuerte cuerpo de este
comisario que ahora era, nada más ni nada menos, que un padre y esposo amado y
que ama. En ese instante sin palabras el pecho de Quiroga parecía más grande
para apretarlas sobre su plexo. El llanto emocionado cerró el primer capítulo
del reencuentro tras la angustia de no saber si lo iban a volver a ver con
vida.
BLOQUE 2
La
vuelta a casa acelera la recuperación de Quiroga. Siempre dijo que es imposible
recuperarse totalmente cuando te secuestran, pero él es un profesional
supuestamente preparado para estos avatares. ¿Se puede preparar a alguien para
una situación límite sin haberla pasado realmente? Cuesta creer que sí. Se le
puede dar armas psicológicas para sobrellevarla pero…cada uno reacciona de distinto
modo. Asado con toda la familia, los hijos de Martín que
corren por toda la casa, Bárbara que ríe como nunca, el otro hijo de Bárbara,
Pablo con su amada Yoani y el bebé que
cumpliría muy pronto dos meses de vida, Ariana y su novio. Voces alegres,
música suave, platos y vasos que pasan de mano en mano y Quiroga…mirando todo
como si fuera la primera vez…como si nunca lo hubiera vivido. Ante lo sucedido
hay algo que sí es seguro le sucede al comisario: Valorar más que nunca esos
momentos. Final con Ariana cantando con su dulce voz y acompañada por una
desafinada familia que haría llorar a los integrantes del Coro Kennedy.
BLOQUE 3
Pezoa
y Quiroga cumplen con su palabra. Metralla es ayudado legalmente para hacer más
benévola su situación. El comisario trata de superar la sensación de qué
alguien por detrás puede aparecer y apuntarlo sin darle chances. Toma
precauciones por alguna otra venganza de la banda. En su casa con Bárbara viven
el amor como nunca…más que siempre. Están solos por primera vez luego del
rescate. Cada abrazo, cada sonrisa, cada beso tiene el valor acrecentado por lo
vivido. Un llamado rompe la magia: “Comisario, el Negro Díaz se escapó”.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 7
BLOQUE 1
Ramírez
es quien le avisa la mala nueva. Le
cuenta, en forma resumida, que en su traslado a Tribunales para declarar, el
Negro se escapó cuando en un baño redujo, ayudado no se sabe por quién, al guardia
que lo acompañaba. “¡En pleno tribunales!” exclama Quiroga. Los años de oficio
le hicieron “oler” que detrás de esto había algún corrupto traidor vestido de
policía. No solo el Negro tenía traidores como Metralla, que lo hizo para
salvar su pellejo. Dentro de la fuerza los traidores tenían menos convicciones
y causas que Gomez para convertirse en traidores: Lo hacían por un puñado de
billetes. Triste. Muy triste. Eso lo afectaba más que la huída del Negro. Toda
su vida trabajó para dignificar la Federal y cuando aparecía algún corrupto su
corazón quedaba herido…muy herido. El tono de voz cambiado…invadido por la
tristeza, hizo que Bárbara se diera cuenta que algo grave había pasado.
Abrazados en el sillón de dos cuerpos Bárbara respeta el silencio que habla por
sí mismo. El concierto de Aranjuez se escucha suavemente como fondo…el dolor y
la preocupación estaban siendo aplacados con el amor de su mujer y la música que llega al corazón.
BLOQUE 2
Yolanda.
Yolanda Isabel Restelli. “La Yoli”. Amante primero y pareja después, del Negro.
Poco conocida en la historia de él, ya que hacía años que se habían separado.
Bastante antes que se hiciera “famoso”.
Pero el Negro, precisamente amparado en esa parte de su vida poco conocida,
recurría a ella en los momentos cruciales. Olvidaba que se habían separado
porque ella tenía adicciones severas: Cuando se drogaba inyectándose lo que
venga, llevaba la lujuria a lugares impensados
acostándose con camioneros, o en bares de mala muerte con el que se le
presentara…su adicción y enfermedad psicótica hacían que necesitara llegar a
extremos para escapar de una infancia privada de afectos y con reglamentos
estrictos para cumplir. Por eso, quien sabe, se enganchó en su juventud con el
Negro, un delincuente que daba sus primeros pasos. Todo lo contrario a lo que
hubiese querido su padre, que fue quien la crió con mano dura ante la muerte prematura de su
madre. Pero el Negro también era lo que se llama un castigador. Aunque lo amaba
y siempre lo amará. Por eso lo recibe aunque desaparezca por años. Ante su
decadencia total, las apariciones de Díaz la remontan a otros tiempos, de
enfermedad pero con juventud. Para él, ella seguía siendo lo más confiable.
Cree que alguna vez la amó. Cree, ya que en tanto tiempo, su corazón endurecido
no le hace reconocer los sentimientos. La puerta de madera de la humilde casa
de aquél pequeño pueblo de la campiña entrerriana se abre ante su presencia. El
ruido que produce cuando roza el desnivelado piso de cemento alisado, no impide
que se abra de par en par para recibirlo: “Hola…pasó” dice ella, como si lo
esperara…”Yoly” solo dice él.
BLOQUE 3
Tres
cosas primordiales ocupaban a Quiroga: 1) Saber exactamente quien hizo escapar
a Díaz 2) Recapturarlo 3) Cuidarse las
espaldas ya que el león estaba herido y con sed de venganza. Esa mañana Bárbara
lo despide con todo su amor respetando los silencios de él. En vano era decirle
que se cuide. Su profesionalidad estaba por sobre todas las cosas. Ese hombre
atento, cariñoso, afable, contador de cuentos, amigos de las grandes charlas de
sobremesa…se transformaba en un profesional silencioso y ensimismado en lo
suyo. Era el momento que Bárbara sabía respetar. Las reuniones en su oficina de
retirado se sucedían unas tras otras. Pezoa tranquiliza a Metralla dándole
protección. El Negro ya no tenía lo poco que le quedaba de la banda
desbaratada, estaba acusado de secuestrar y torturar, pero sin duda, tenía
contactos que le permitieron escapar. Estaba en retirada por su poder recortado,
pero con ayuda podía intentar cumplir con su premisa: Venganza. Incluyendo a
Metralla, por supuesto. Aunque el premio mayor era Quiroga, artífice de su
caída. El comisario llama a Pezoa y con ese tono de voz seguro y que tanto
conoce su ayudante le dice: “Tengo un idea”. Se escucha por el celular, el
ruido del auto al arrancar. “Voy a verte, en 15 minutos te lo cuento
personalmente…es mejor así”.
FIN DEL CAPÍTULO.
CAPÍTULO 8
BLOQUE 1
Los
quince minutos fueron eternos para Pezoa. Tantos años con “El comi”, como lo
llamaba en la intimidad, le sirvieron para aprender que cuando le “Venía la
inspiración” escucharlo, resulte o no, le contagiaba pasión y sabiduría que a
él también lo harían un mejor policía. Pero también la impaciencia tenía que
ver con la huída del negro: Sin duda estaba en peligro la vida de su maestro, y
también la propia. El ruido del motor del coche del comisario llegó a sus
oídos, en el antiguo y reciclado departamento, tipo pH, que compartía con un
copropietario y que en común tenían un corto pasillo. Pezoa estaba en el del
fondo y escuchaba perfectamente la mayoría de los ruidos callejeros del
tranquilo barrio de casas bajas. Los pasos firmes por ese pasillo anunciaban su
llegada, con esfuerzo, Pezoa se trasladó con sus muletas a franquearle la
puerta. Después de todo, su resistencia a formalizar convivencia con su novia,
la médica clínica Mariana Restivo del
Hospital Curie, hacía que pase muchas horas solo en su agitada convalecencia.
Sentados en la amplia mesa del comedor diario, Quiroga con su espalda bien
apoyada en el respaldo de la silla, sus brazos extendidos con sus palmas
apoyadas en la mesa, una postura que utilizaba cuando iba a desarrollar un tema
le dice “ Mirá Pezoa, el Negro está loco conmigo y si antes lo estaba con vos,
ahora lo está más. La banda la tiene desarmada, pero contactos con tipos
dispuestos a todo consigue. Como no se puede exponer porque sabe que lo estamos
esperando, debe estar escondido en alguna madriguera desconocida y bien
disimulada. No podemos vivir pensando
cuando va aparecer, si aparece, o si manda un matón que puede afectar, incluso
a tu novia o tus viejos o a mi familia. Vamos a usar soplones conocidos, todos
los que sean posibles para tocarle el amor propio. Que le llegue a sus oídos
que me vanaglorio de las victorias que tuvimos contra él. Usemos medios de
comunicación con noticias que lo provoquen, que lo hagan querer matarnos con
sus propias manos”. Pezoa escuchaba atentamente: Era una idea conocida, pero la
sabiduría con qué Quiroga aplicaba estos planes marcaban la diferencia.
“Tenemos alguno en la fuerza que lo ayudó a escapar, usémoslo, aunque todavía
no sepamos quien es” Continuó con voz firme y apasionada. Pezoa levantó la taza
de café cortado con leche y la ubicó en posición para realizar un brindis
simbólico. Quiroga, hizo lo mismo. El ruido de las tazas al chocar, selló el
acuerdo del camino a tomar.
BLOQUE 2
En
algunas revistas que profesan el llamado periodismo amarillento y que tienen
grandes coberturas de casos policiales, aparecen declaraciones de Quiroga
siguiendo el plan. Vanagloriándose y haciendo hincapié en su trayectoria. Todos
los soplones de la Federal, difundían lo que él quería. Los jefes actualmente en ejercicio, especialmente
el Comisario y jefe de Homicidios, Raúl Novara, que desempeñaba el cargo que en
su última gestión ocupó Quiroga apoyaban el plan y eran los únicos que lo
sabían. Hubo allanamientos con detenciones en varios lugares que estuvieron
conectados con el Negro, que hasta ese momento seguía prófugo.
BLOQUE 3
Yoly,
acostumbrada a vivir al límite con sus adicciones solamente apaciguadas con la
edad, creía vivir de nuevo la pasión de los 20 años. Después de todo, siempre
quiso tener al Negro al lado de ella, haciendo “Vida de hogar”. Pero éste,
estaba inquieto. Le llegaban noticias de Quiroga de todos lados. La mayoría de
sus amigos, estaban presos o demasiados ocupados en “zafar” y él no era un buen
camino. Tampoco quería dar pistas de donde estaba, la casita de Yoly era
todavía un lugar seguro. Comenzó a ponerse nervioso y la mujer era quien
aguantaba sus cambios de humor. Se sentía preso sin estarlo y encima
acrecentaba su odio contra Quiroga y también Pezoa. Con Metralla, tenía sus
dudas, no sabía exactamente si él lo había traicionado. Los tangos y milongas
de todo tipo que escuchaba en la radio todo el “Santo día” como le decía Yoly,
lo alejaban un poco de sus preocupaciones. Cavilaciones que lo estaban
volviendo loco ante la inacción. De pronto en un canal de cable, mientras Yoly
buscaba una telenovela venezolana un comentarista de temas judiciales y
policiales de un conocido noticiero dice como última frase de su comentario:
“Definitivamente, Díaz tuvo el éxito de su huída pero está en retirada .Los golpes
del Ex Comisario Quiroga primero con su detención cuando la banda arrasaba y
luego con su liberación, parecería terminar con la carrera del Negro, y toda la
Federal piensa que pronto quedará nuevamente encerrado. Mientras se investiga
quien ayudó al escape del delincuente…” Distante a más de 300kilómetros, Quiroga
escuchaba lo mismo en su casa, saboreando las palabras del periodista y
disfrutando de su amor con Bárbara...hasta en eso, las diferencias con el Negro
eran abismales.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 9
BLOQUE 1
Quiroga
sabe que la estrategia de esta batalla marchaba por el buen camino. Pero
faltaba para ganar la guerra. Pezoa, su familia y lógicamente él mismo estaban
más expuestos que nunca. Bárbara lo apoyaba, los hijos de ella también, su hija
igual pero ninguna vigilancia puede detener a un personaje siniestro que lo
culpaba de todos su males. Por eso, lo principal sería enojarlo tanto que
quisiera enfrentarse cara a cara con él…sin afectar a nadie más. Se había
comenzado un sumario contra los guardias que lo vigilaron en su huida. Tenía
una espina clavada con ese asunto. Nadie que ama ese uniforme puede hacer
escapar a semejante personaje. Repasaba hoja por hoja el expediente del Negro,
buscando un resquicio para saber donde podría estar escondido. Pero nada nuevo
aparecía en el horizonte a pesar que sus amigos jefes hacían todas las redadas
posibles. Llamadas que iban y venían….dos semanas sin novedades.
BLOQUE 2
Yoly
estaba preocupada, el Negro le dijo que al siguiente viajaría hacia Buenos
Aires. Se había rapado totalmente su grueso pelo negro y su barba y bigote de
varios días junto con los guisos de Yoly que le hicieron aumentar un poco de
peso habían variado su fisonomía. Un gorro y campera con cuello enorme hicieron
el resto. Yoly fue hasta la pequeña terminal y sintió el ruido de la puerta del
micro cerrarse y el mismo arrancar hacia su destino. No había intentado
convencerlo que no vaya. Conocía que el Negro cuando tomaba una determinación
no volvía atrás. Hay cosas en las personas que no cambian con los años. Cuando
la saludó desde la ventanilla sólo levantando el brazo como obligado, Yoly
temía que no volviera nunca, que esa “dicha” de tenerlo con ella, termine en
ese viaje. Ni siquiera le preguntó para qué iba: Nunca se lo diría.
BLOQUE 3
Dos
balazos en la cabeza y uno en el tórax con salida por la espalda, terminaron
con la vida de Metralla. Había ido a visitar a su hijo de 6 años, a espalda,
incluso, de Pezoa, que le había pedido que no lo haga todavía ya que no sabía
si el Negro conocía que él lo entregó. Pero el Negro no lo sabía. Solo sospechaba,
pero si estaba casi en libertad pensó era porque recibió algún “premio”.
Conocía donde encontrarlo…golpeó la puerta de la humilde casa de Temperley,
entró amenazando a la ex esposa de Metralla y delante de ella y de su hijo
disparó, sin mediar palabra, a quemarropa , Metralla cayó ensangrentando sobre las vías del tren
eléctrico con el que jugaba con su hijo. Salió con tranquilidad, perdido en la
oscuridad de la noche, desapareció. Tres días después, Yoly lo recibe
nuevamente en su casa… ¡Volvió Yoly! Volvió. Estaba contento, sentía que había
cumplido con su deber. De paso Quiroga no podría decir que estaba en
decadencia. Él se iba a dar cuenta quien fue el autor y sentiría por lo menos
respeto. Fue duro el golpe para el comisario y también para Pezoa, que estaba
dando sus primeros pasos sin muletas. Bárbara tiene una conversación con su
esposo tratando de convencerlo de que deje en manos de sus ex camaradas el
caso. Es el miedo lógico de sentir que puede perderlo, ya que es evidente que
el Negro está dispuesto a todo para cumplir su venganza aún a costa de ser
detenido o muerto por cumplir con ella. Es un hombre enceguecido. Quiroga, con
todo el amor y comprensión, le explica que ahora más que nunca hay que hacer
que salga de su madriguera ya que alejado o no del caso, de hecho lo estaba
oficialmente ya que era un ex comisario, el Negro lo seguiría buscando como lo
hizo el día del rapto. Un beso y un abrazo le transmitieron a Bárbara toda la
seguridad de quien está por el camino correcto. Al cerrar los ojos, a Quiroga
le pareció que “escuchaba” los 3 disparos que abatieron a Metralla delante de
su inocente hijo.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 10
BLOQUE 1
El
comisario pasó la noche estudiando la historia del Negro para buscar algún
resquicio que le permitiera ir a su encuentro. Su historia familiar era nula ya
que sus padres estaban muertos, su hermana vivía en Chile y él no hubiera
podido cruzar la frontera. Su última pareja había fallecido de muerte natural
y el único hermano que lo siguió cuando
formó la banda estaba preso con prisión perpetua porque cometió, además, el error de matar a su
pareja por problemas caseros. Los integrantes
de la banda estaban en la cárcel o vigilados con allanamientos y demás
yerbas. ¿Dónde estaba el Negro? El celular suena y le informan la descripción
física que hizo la ex esposa de Metralla. Era él sin duda, pero por lo menos
tenía información de su nueva fisonomía.
Mientras Yoly lo convence de ir a misa en la iglesia del pueblo. Allí la habían
ayudado a ella a enfrentar sus
adicciones. Lo presenta como un primo, el Negro, mientras se escuchaba la voz
del párroco hablando a sus feligreses y algunas letanías de fondo, pensaba que
estaba bien mostrar esa faceta religiosa para no levantar sospechas en el
pueblo.
BLOQUE 2
Los
soplones seguían difundiendo palabras que no quería oír el Negro, con el
comisario de estrella estelar y, aunque la federal lo tenía como sospechoso de
ser el autor de la muerte de Metralla, públicamente lo ignoraban. Quiroga
seguía apareciendo en los medios ya que con su agencia particular era
“consejero” sobre seguridad en varias emisoras de radio. Aprovechando eso,
hablaba sobre su secuestro y pegaba a la decadencia de Díaz y de su cobardía de
estar escondido y no poder rehacer su banda. Las palabras retumbaban como
bombas en la casa de Yoly. El Negro parecía un león enjaulado y muchas veces se
la desquitaba con ella, que sufría en silencio para retenerlo a su lado. Cada
noticia que recibía cambiaba el humor y la maltrataba con palabras hirientes y
despectivas. El párroco de la iglesia, padre Mario, la vio un día llorando
solita en un rincón de la iglesia vacía y se acercó a ella. Unos años antes, él
recién llegado a la parroquia, había sido la llave para alejarla de sus
adicciones. Le contó su angustia…confesó que el negro no era su primo sino una
ex pareja y que creyendo reconquistarlo lo recibió, pero con su maltrato la
estaba haciendo sufrir. El padre la reconfortó y le aconsejó que lo haga seguir
su camino, que no lo retenga allí. No hizo falta que ella haga nada…el Negro se
preparaba para partir de nuevo. Ahora sin barba ni bigote, con un poco de pelo
en su cabeza y un gorro que lo hacían ver distinto. Yoly tenía sentimientos
ambiguos: Un poco de alivio porque, por lo menos por unos días, iba tener
respiro el maltrato que recibía y el otro, el de siempre la sensación de
perderlo. El Negro vuelve a la terminal esta vez con una decisión: Matar a
Quiroga. Ya nada le importaba más que eso. Las obsesiones dejan de lado otras
cosas. La balanza no tiene equilibrio. Es eso o nada. Como siempre Yoly
acompañó sin preguntar…En el fondo de su corazón sentía que algo malo iba a
pasar. Nuevamente el micro acelera para perderse en la noche. Como antes, el
brazo del Negro se agita levemente como saludo. Casi obligado, apenas lo
levanta y lo mueve lentamente de izquierda a derecha de la ventanilla.
BLOQUE 3
El
día estaba muy gris y hacía frío. Quiroga se preparaba para salir. Bárbara le
avisaba que estaba listo el mate que compartían todas las mañanas. Conversan.
Ella sentía miedo cada vez que él se iba, lo días de secuestro la habían
marcado. Pero callaba para no preocuparlo. Él temía que el Negro ataque a ella
o a su hija. La vigilancia que tenían no era garantía contra las sombras. Los
dos, sin decirlo, sufrían por el otro…había un después desde la aparición del
Negro. Sale de su casa y a la hora 20,
luego de grabar sus consejos sobre
seguridad en la radio que lo tenía contratado, tendría un encuentro con gente de un canal de cable
que quería contratarlo. No se
acostumbraba a ser tan público, pero pensaba que su experiencia podía ayudar a
la gente a tener más información y ser precavidos. Después de todo, seguía,
como toda su vida, luchando contra el delito. Sus recomendaciones eran útiles y
sus historias de vida policial hacían acercar más la Federal a la gente. Muchas
veces sospechada, muchas veces mal mirada, su misión era que se vean las cosas
positivas. Ahora, se había agregado el tema del Negro y utilizaba estos canales.
En el bar de Colegiales, se encuentra con los Hermanos Ordoñez, dueños de la
productora. En el medio de la conversación se levanta para ir al baño. Apenas
entra, da unos pasos y casi sin darse cuenta, como por acto reflejo, mira de
reojo el pequeño espejo que mostraba la puerta de entrada, la cual sintió que
se abría. Era el Negro. Su figura con un arma en la mano apuntaba directo a él.
Dos disparos retumbaron como si fueran petardos adentro de una lata.
FIN DEL CAPÍTULO.
CAPÍTULO 11
BLOQUE 1
Quiroga
se tiró al piso un segundo antes. Cayó pesadamente originando un sonido igual
que si hubiera sido herido. La visión del espejo y sus rápidos reflejos
desconcertaron por un segundo al Negro, que iba a gatillar nuevamente, pero
antes el Comisario repelió con dos disparos directos al tórax de Díaz que cayó
hacia atrás y fuera del baño inmerso en un charco de sangre. Su cuerpo quedó
trabando la puerta, con sus piernas dentro. Gente que corre alborotada, gritos
de mujeres asustadas, llamados con celulares a la policía, los hermanos Ordoñez
que espían a través del espacio que quedó abierto y le preguntan a Quiroga
¿Cómo está? ¿Qué pasó? Él sólo responde, mientras se incorpora dolorido por un
fuerte golpe en el hombro al arrojarse al piso, con un gesto levantando su mano
en señal de estar bien. Se acerca al Negro y comprueba que está muerto. Siente
una mezcla de alivio y pena. Nunca le gustó matar a nadie. Alrededor de la escena, gente que iba y venía todavía
sorprendida. Como fondo una sirena policial. Quiroga parado frente al cadáver,
no salía del baño. Estaba en shock, procesando lo que había pasado.
BLOQUE 2
La
noticia hizo explotar las redacciones de los diarios y revistas dedicadas a policiales.
Un viejo y sabio periodista en su editorial dijo:” Como en los viejos tiempos
del lejano oeste, el comisario abatió al Negro Díaz, en un duelo personal…casi
mano a mano, aunque el Negro, al igual que cuando lo secuestró, lo tomó por
sorpresa desde atrás. Señores, se podría decir que en este duelo: Ganó el
bueno. Final de la película como debe ser, la música la elije usted” Quiroga
vuelve a su casa, antes Pezoa lo
encuentra al salir de hacer la declaración se miran y en silencio se abrazan
como descargando allí toda la angustia contenida. Al llegar a su hogar, otro
abrazo con Bárbara que corrió desde la clínica que dirige a recibirlo. No emitía muchas palabras, estaba
triste a pesar de todo, los que los conocían sabían que no era momento de
comentarios, solo de abrazos por estar vivo, por haber concluido esta pesadilla
enmarcada en el odio y la venganza. Al llegar su hija a verlo, y decirle: ¡Papá! Le hizo caer unas
lágrimas igual que cuando siendo niña se lo dijo por primera vez.
BLOQUE 3
Con
ropa humilde. Con el color del campo en la piel. Tímida. Acompañada por una
amiga que debía tener su misma edad, pero que parecía menor. Yoly fue a pedir
el cuerpo del Negro. Esa mujer dolida había perdido el hombre con el cual, a
pesar de todo, hubiera pasado el resto de su vida. Una parte grande de ella se
fue con él. Mientras hacía los trámites e iba
de una oficina a la otra arrastraba los pies por los pasillos como si
algo le pesara. Su amiga la acompañaba en silencio, solo la tomaba del brazo…Ese
día en Buenos Aires, el frío y la humedad le calaban los huesos. Tenía una
tarea que se había propuesto: Quería hablar con Quiroga. Solo quería conocerlo
nada más, decía. La contactan con Pezoa y éste lo consulta con el comisario:
“Si, decime donde se hospeda. Yo voy a ir a verla. Lo debe haber querido mucho
para hacer esto y merece respeto”. Sin dudarlo, partió esa tarde al hotel donde
ella se hospedaba. Cuando bajó a recibirlo en el hall de ese hotel económico de
la calle Junín, la vio y supo que había hecho lo correcto.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 12
BLOQUE 1
Yoly
arrastraba los pies más que nunca. Se acercaba lentamente, su amiga la seguía
un paso atrás. Ni el Comisario ni ella bajaron la vista hasta que se pusieron
frente a frente. Estrecharon sus manos y enseguida ella le dijo:” Sé del odio
que él le tenía. En los días que estuvo en casa pude conocer de cerca esa sed
de venganza” Las palabras le brotaban
solas. Siguió:” Usted hizo lo que tenía que hacer: Se defendió. Pero él no era
tan malo…” El Comisario entendía lo que le decía. Todos tenemos algo de
bueno….y todos tenemos algo de malo... La mujer siguió su monólogo: “Cuando lo
conocí ayudaba al padre en el campo…pero la mala “yunta” lo llevó a la ciudad y
así empezó todo. Hasta ese momento habíamos empezado a vivir juntos, teníamos
planes, ilusiones pero mi maldita adicción (Alza la vista al cielo como
reclamando algo)” Le dice que quería hablar con él para explicarle que sabía
cuando partió en aquél micro que nada bueno pasaría ya que el odio enceguecido no
era un buen consejero. Que ella nunca lo había visto así, tan enojado y tan
poco cerebral. Que lo perdone y lo comprenda. Quiroga estaba viendo el
sufrimiento en alguien que tenía sentimientos sobre Díaz. No pudo dejar de
comparar que en el mismo lugar de Yoly podía estar su familia. El odio llevó a
tanto dolor. Viendo a esa mujer sufrir ahora más que nunca no se sintió
ganador. Simplemente se sintió: Un sobreviviente de una mente desquiciada por
la sed de venganza. Ella necesitaba hablar con él y respetuosamente la escuchó.
BLOQUE 2
Con
la ayuda de Quiroga, Yoly vuelve al pueblo. Carga con el cuerpo de Díaz al cual
entierra en el cementerio local. El padre Mario, se acerca a darle consuelo y dice
las palabras finales. ¿Qué palabras puede tener la iglesia ante la muerte de un
hombre que afectó a tanta gente? Palabras de comprensión y de perdón. Es la
diferencia con lo terrenal. En éste a veces es difícil concretar el perdón. El
dolor de Yoly dio algo de valor a la vida de este hombre.
BLOQUE 3
Quiroga
no se sentía bien. La pesadilla de la sombra del Negro había terminado pero no
estaba bien anímicamente. Se refugió, como tantas otras veces, en la lectura de
libros de filosofía, que lo ayudaban a comprender ciertas cosas de los humanos.
Teniendo como fondo música clásica se sumergía en ese mundo de sonidos y
palabras que lo transportaba y lo hacía reflexionar. Nadie hubiera sido mejor
compañía en ese momento. Por su mente pasaba el hijo y la esposa de Metralla
que lo vieron morir cuando había entrado
en el mundo de los arrepentidos. De los que no querían vivir en la crueldad. Pensaba
en la tristeza de esa pobre mujer que
toda su vida había esperado la utopía de que la vida llevaría a l Negro,
su único amor que la rescataba de las drogas y el alcohol, a vivir en paz
junto a ella. Sintió en carne propia el
sufrimiento de su familia ante su secuestro. Con ese último pensamiento, subió
aún más el volumen del equipo musical y escuchó hasta el final la novena
sinfonía de Beethoven. Al terminar se levantó de su sillón favorito y llamó a Bárbara a la clínica: Quería escuchar
su voz y decirle lo mucho que la quería.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 13
BLOQUE 1
La
mañana siguiente, sin decir nada a nadie, con su mente ya mucho más clara
enfiló su auto hacia el pueblo de Entre Ríos donde pasó sus últimos días el
Negro. Necesitaba ver ese lugar y hablar, si era posible, nuevamente con Yoly.
Calculó que en tres horas estaría allí.
No
se había terminado el caso con la muerte del Negro. Alguien lo dejó escapar en
tribunales. Los guardias que estaban a cargo ese día pasaron a disponibilidad y
tenían sumario sobre sus acciones. Pero ellos, quien sabe, tuvieron una
distracción. ¿Quién dio la orden de llevarlo a ese baño poco seguro? Según los
guardias no está claro ya que se pasaron la autorización uno a otros.
Aparentemente vino del juzgado. Un secretario indicó que vayan a ese baño,
justo a ése. Pezoa apuntó allí.
BLOQUE 2
La
línea de investigación estaba en lo cierto. El infiel secretario fue sobornado
por los últimos pesos del Negro. El padre era viejo conocido de la banda y en
su momento también los ayudó. Siguiendo ese dato fue relativamente fácil lograr
la confesión de este delincuente con
tareas judiciales. El juez fue clave en facilitar la investigación. A nadie le
gusta tener un traidor en sus oficinas. Punto final. Será justicia.
BLOQUE 3
Quiroga
estaba llegando. La tranquilidad entrerriana estaba al lado suyo, apenas hizo
unas cuadras por la calle principal, se cruzó con un viejo coche con altavoz arriba el techo y
un hombre manejando y mientras por el micrófono, con voz metálica, nombraba los
negocios del lugar que lo habían contratado. Le recordó épocas de los años
sesenta en su barrio. Las puertas abiertas, las bicicletas sin candados, las
casas sin rejas, le parecieron un paraíso de la seguridad. Pensó en lo mucho
que se habría aburrido en sus comienzos como oficial de comisaria si le hubiera
tocado estar en ese pueblo. ¡Pero envidiaba tanta tranquilidad y seguridad! Le
hizo añorar otras épocas. Al llegar a la plaza principal, lo de siempre: La
iglesia, la municipalidad, el hotel…Estacionó su auto para ir a tomar un café y
ubicar la casa de Yoly. No hizo falta,
al pasar por la escalinata de la iglesia, un conjunto de personas acompañaba un
féretro que salía, seguramente, de un responso. A leer el nombre del muerto un
escalofrío le recorrió el cuerpo: YOLANDA ISABEL RESTELLI- Q.E.P.D- Cuando
reaccionó intentó averiguar de qué había muerto. Lo miraban y no le respondían
hasta que una señora con un pañuelo en
la cabeza le señaló a la amiga de Yoly, la que la había acompañado a Buenos
Aires. Con lágrimas en los ojos la mujer le dijo:” La pobrecita se tomó un
frasco de pastillas mezcladas con alcohol” Desesperada agregó:” No pude
ayudarla”. La campanada que sonó en lo alto de la iglesia, hizo temblar el
corazón del Comisario.
FIN DEL CAPÍTULO
CAPÍTULO 14
BLOQUE 1
Quiroga
se quedó bastante tiempo dentro de la iglesia. Reflexionaba sobre todo lo
ocurrido. Un lejano rezo a María se escuchaba como fondo. Pensaba en la
tragedia que trajo el odio del Negro. Era preferible que estando libre hubiera
tratado de armar su banda nuevamente y no concentrar tanto odio en su venganza.
Trajo angustia a su familia, casi mata a Pezoa, lo hizo sufrir en cautiverio,
mató a Metralla delante de su familia, ilusionó con su vuelta a esa pobre mujer
Yoly, que luego tuvo que llorar su muerte y sumergirse otra vez en la depresión
que la llevaron a este final. Demasiadas cosas. Recorrió el pueblo. Pasó por
delante de la casa de Yoly, último domicilio del Negro, de fondo otra vez el
“auto parlante” con sus propagandas. Su celular hacia horas había perdido señal
y encima la batería estaba con carga baja. Ese pueblo lo había fascinado, lo
sacó de la loca velocidad de Buenos Aires y allí sí, pudo pensar. Fue a comer
comida fresca y casera en un pequeño lugar, mezcla de almacén y fonda, atendido
por sus dueños, mientras de fondo sonaba una guitarra con buena música
folclórica y un ignoto cantante la interpretaba. Miró el reloj y emprendió la
vuelta, al tomar la calle de salida,
otra campanada distrajo su atención, pensó que lo despedía y le deseaba un buen
regreso.
BLOQUE 2
La
falta de noticias de Quiroga había puesto en vilo a Bárbara. No se comunicaba
con el celular, no estaba en su oficina, nadie lo había visto. Hizo varias
llamadas, incluso a la producción de la radio, a Pezoa…se le habían gastado los
dedos. No quería asustar a nadie y no le avisó ni a la hija ni a sus hijos,
pero estaba preocupada. El secuestro en manos del Negro, había dejado sus
huellas. Una más entre todas las que dejó. Otra vez la pregunta: ¿Dónde está
Quiroga? La respuesta por suerte llegó con un llamado desde la ruta del
comisario. Contó donde había estado y el tema de la señal del teléfono…y se
disculpó con su amada por haberse sumergido en ese lugar y la desgracia de Yoly
y haber obviado que podían estar preocupados por él. La alegría de Bárbara era
tan grande, que solo le dijo:” Vení pronto a casa que te extraño” La respuesta
de él fue: “Voy a casa pero prepárate
que nos vamos a cenar a lo de Rolo” Un restaurant que frecuentaban y que les
recordaba siempre, buenos momentos.
BLOQUE 3
Antes
de salir a cenar, un llamado de Pezoa. El fondo musical era una banda de jazz,
desde allí el detective lo llama a su jefe (Siempre lo verá como su jefe y guía)
“Comi ahora que mis piernas están bien… quiero sentar cabeza” Quiroga le
respondió con una carcajada y le dijo en broma si estaba borracho. Le agregó
que por el ruido y la música estaba en un boliche. Pezoa contestó “Si vine
solito a tomar una copa y escuchar un poco de jazz, usted sabe que las grandes
decisiones de mi vida las tomé en soledad y con esta música.” Sin esperar
respuesta siguió: “Le voy a decir a mi novia que vivamos juntos y es más:
Quiero que tengamos hijos” Quiroga estaba feliz. Sabía del amor que la pareja
se tenía. Solo dijo: “Si no estás borracho, te felicito” Enseguida le pidió que
espere, llamó a Bárbara, le susurro algo al oído y ambos al unísono le dijeron:
“Era hora cabeza fresca” La risas retumbaron en el teléfono, el jazz parecía
que sonaba más fuerte.
FIN DEL CAPÍTULO
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