Enrique Di Baggio
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Todo está desordenado en la habitación, como si hubiésemos estado juntos alguna vez aquí, durmiendo juntos y llevando una vida que nunca llevaremos; como si no estuvieras saliendo por la puerta mientras intento alcanzarte pero te desvaneces entre mis dedos y sigo corriendo y por más que intento no estás tan cerca como para que mis yemas puedan rozarse.
Entonces empiezan los lamentos con mi mejor amiga y ella dice que eres un imbécil y sigo defendiéndote una y otra vez. No debes ser tan malo si puedes generar esa clase de amor en mi interior.
Pero después ya no recuerdo que te estaba buscando y estoy besando a alguien en un antro de mala muerte. Estoy mareada y creo que te amo más que nunca cuando siento que ya no podría amarte. Te amo y no estás para recibir ese amor. Y amo más eso, que para amar no te necesito ahí.
Pero regresas, parado frente a mí con ese ramo de flores que sabes son mi debilidad. Quiero abrazarte pero nos convertimos en un juego de Mario Bross y decides que no soy una princesa y que no enfrentarías a monstruos y dragones por mí. Te vas y huele a tulipanes quemados. El aire está impregnado de tu perfume lavanda.
Lavanda, lavanda, lavanda. Qué dolor de cabeza, estoy corriendo de nuevo por si te alcanzo para decirte que me alcanza con el amor que ofrezcas.
Entonces empiezan los lamentos con mi mejor amiga y ella dice que eres un imbécil y sigo defendiéndote una y otra vez. No debes ser tan malo si puedes generar esa clase de amor en mi interior.
Pero después ya no recuerdo que te estaba buscando y estoy besando a alguien en un antro de mala muerte. Estoy mareada y creo que te amo más que nunca cuando siento que ya no podría amarte. Te amo y no estás para recibir ese amor. Y amo más eso, que para amar no te necesito ahí.
Pero regresas, parado frente a mí con ese ramo de flores que sabes son mi debilidad. Quiero abrazarte pero nos convertimos en un juego de Mario Bross y decides que no soy una princesa y que no enfrentarías a monstruos y dragones por mí. Te vas y huele a tulipanes quemados. El aire está impregnado de tu perfume lavanda.
Lavanda, lavanda, lavanda. Qué dolor de cabeza, estoy corriendo de nuevo por si te alcanzo para decirte que me alcanza con el amor que ofrezcas.
—Paola E. Haiat
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