ENRIQUE DI BAGGIO
Sin autor no hay obra.
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En aquel seminario de Filosofìa la vio por primera vez. Compartieron la clase donde se debatìa sobre los escritos de los grandes filòsofos sobre religiòn y religiosos.
No pudo dejar de mirarla y mientras las frases de Nietszche en el anticristo eran motivo de estudio su mirada solo se dirigìa a ella.
Tenìa algo en su interior que se reflejaba en su belleza...Podìa percibirse una paz angelical o una leona que pasaba su imponente belleza y te llegaba a devorar en la atracciòn.
Pasaron dos años de aquel momento y con ella viviò todas las emociones y pasiones.
La pasiòn de cuando se amaban y èl con sus manos parecìa tallar sus contornos. El fuego de esa mujer lo encendìa y podìa pasar con ella de lo màs salvaje a lo màs tierno.
Parecìa temblar con sus caricias y al rato lo devoraba con el intenso ir y venir de su cuerpo logrando los orgasmos màs salvajes.
Pero un dìa su vocaciòn religiosa la alejò de èl.
Y todo comenzò a ser ambivalente...Como era lo que transmitìa. De pronto me decìa que me amaba pero que su fe estaba en Dios. Y que a èl se entregarìa.
¿Còmo entender a esa mujer que le hablaba asì y hasta hace un rato se mezclaba con èl de cuerpo y alma?
Empecè a aceptar sin entender aunque la filosofìa me enseñò que en este mundo tenue todo grita y todo calla.
Un dìa en la despedida me dejo su ùltima frase y ahì entendì que ella podìa ser todo lo que conocì y esta devociòn por Dios tambièn.
Me dijo: "Tù haz lo que tù puedas, yo harè lo que yo pueda y el Señor harà lo que no podamos hacer nosotros"
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