Sin autor no hay obra.
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Dime que no, que no te voy a perder. Siento que sos mi gran amor
y de solo pensar que eso pueda pasar la luz se transforma en oscuridad.
Es un mundo de tinieblas al que no quiero entrar...¡Mi gran amor! ¡Mi dulce amor!
Este escritor estaba escribiendo para ella con sentimientos que le brotaban del alma. Las palabras salìan sin filtro, tal como las sentìa.
Ella, que volvìa de su viaje de estudio en menos de una semana, le contestò sin casi pensarlo escribiendo con el corazòn en esas letras .
Tù eres tambièn el amor, mi gran amor como dices...Ninguna tiniebla nos oscurecerà, agradezco a Dios este encuentro de almas que la vida nos regalo.
A veces a la distancia dudamos de lo que encontraremos en el otro por eso mismo: Por la distancia.
El no tocarnos, el no mirarnos a los ojos...Con esos besos que nos erizan la piel...Nos traen dudas.
Esa son las tinieblas que empiezan a bajar...Por eso es bueno escribirnos esperando nuestro encuentro el que nos despejarà las dudas que crea la distancia.
Y los encuentros de los grandes amores son apotèoticos y festejaron con fiesta de caricias, de besos, de emociones compartidas. Se contaron las vivencias de cada dìa de los que estuvieron separados.
Cuando hicieron el amor, postergado y deseado, los movimientos de los cuerpos tenìan una mezcla de pasiòn y ternura, en alquimia perfecta.
Las caricias eran sensuales y tiernas todo en armonìa pero con el deseo intacto lleno de amor.
Los orgasmos llegaron explosivos y allì estaban los dos: Trasladados al universo.
En un instante se miraron fijamente y casi al mismo tiempo dijeron: Dime que no...Que no te perderè nunca.
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