Sin autor no hay obra.
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La copa con coñac que llevaba a su boca enjuagaba su tristeza.
El cigarrillo en su mano y cada pitada del humo sensual lo transportaba a los recuerdos de aquella mujer que amò. Saltaba el muro de la realidad y volvìa a sentirla pegada a èl.
Justo enfrente, como si lo observara, el viejo maniquì donde vestìa sus creaciones de modisto genial.
Allì probò una y mil veces lo que ella, nadie mejor que ella podìa lucir.
Su cuerpo de princesa potenciaba sus sentidos, incentivaba su imaginaciòn, lograba la creaciòn.
Un beso en el cuello, los labios muy juntos con besos apasionados, la lengua recorrièndo cada centìmetro de esa piel ùnica.
El sexo penetraba cada espacio de su intimidad...Los orgasmos llegaban brotando del interior con susurros y gemidos.
Recuerdos y màs recuerdos...Y el viejo maniquì que parecìa acompañar su tristeza.
Un hombre que recorriò ese cuerpo tantas veces sintiendo sensaciones...Un hombre que amò a esa mujer llena de vida...Hoy llora porque lo abandonò.
Un poco màs de coñac...Una pitada al cigarrillo y vuelven los recuerdos y aquellas sensaciones parecen estar alli, a su lado.
Se para y da unos pasos que lo acercan a centìmetros del maniquì.
Jura y vuelve a jurar, que sintiò su perfume...Ese perfume que lo envolviò en mil noches de amor. Ese perfume que le recuerda su piel.
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