Seducido por esa belleza de mujer italiana se moría por besarla.
Ella seguía contando los proyectos de llevar sus conciertos por toda Europa...El violín era parte de su cuerpo e invadía su alma con sus notas. Pero la música, pensaba él, estaba en el sonido de sus ojos.
Su mirada transparente vibraba mientras hablaba de su música.
Cuando todo era calma y seducción la invitó a bailar con el bolero de Ravel como inspiración...Y se dejaron llevar. Y relajaron sus cuerpos para besarse con pasión.
Noche perfecta con la música que los envolvía.
El verde de ese mar parecía hacerse más verde y hasta imaginaban que acompañaba el baile.
Esa noche romántica se llenó de pasión y en la habitación de la casona sus cuerpos se encontraron en el placer. La música subía y los cuerpos se mezclaban en un vaivén genial. Iban y venían entre caricias y abrazos con gemidos que emergían de movimientos perfectos.
Entrega total con besos que los elevaban y orgasmos que estallaban entre medio las estrellas.
Cuando el amor se encuentra rodeado de belleza y con los sonidos ideales desarrolla los sentidos de dos a quererse con entrega y pasión.
ENRIQUE DI BAGGIO
Sin autor no hay obra.
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