Ella caminaba sobre la arena de la playa desierta. Era un momento de su vida que sentía necesidad de soledad y aire puro.
Él la observaba desde su barco de pesca...Hacía tiempo que la conocía...Se cruzaban y tenían amigos en común dentro de aquel pueblo de pescadores.
Su imaginación lo llevaba pensar mil formas de hacerle el amor.
Su cuerpo era una invitación, sus cabellos ondeados , suavemente, despeinados por el viento... Eran una invitación al más hermoso pecado. No había vueltas, quería tener sexo con esa mujer misteriosa y sensual. La deseaba desde las entrañas. ¡Y el sexo es acción! Bajo por la proa y se acerco a ella... Lo conocía pero no había reparado en él. Su aparición estaba llena de energía...De virilidad y ahí nomas dejo atrás la deseada soledad y se dejo llevar.
El crepúsculo aquietaba los movimientos...Todo parece más lento a esa hora. La caminata conversada seguía pero el viento ya traía frío. Le prestó su campera y la invitó a tomar un café en su barco. Sí, aquella que quería estar sola, se sintió atraída y sabía que podía dar un paso que no imaginaba hasta hacía un rato.
Y la acción del sexo llegó luego de la imaginación. Se besaron y las manos de él se deslizaron por su cintura y luego entre sus piernas...En minutos estaba navegando en las aguas de esa mujer deseada en sus fantasías. Los cuerpos estaban fundidos en ese encuentro increíble, entre jadeos y caricias la noche se iba consumiendo. La emoción del amor podría venir con el tiempo, pero hoy eran dos cuerpos que buscaban los orgasmos sin pausa.
Así fue, que inesperadamente dos que parecían ir por caminos distintos terminaron esa noche con los cuerpos abrazados y llenos de placer.
ENRIQUE DI BAGGIO
Sin autor no hay obra.
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