Era el tiempo de ir a buscarla...Cruzó las calles de ese pueblo montañoso con lo rayos del sol persiguiéndolo. Le pareció ver a los duendes que se dice viven en la montaña siguiendo atentamente sus pasos desde lo alto... Una música interna parecida a la fuerza de la novena sinfonía lo hacía ir más rápido. Ella lo atendió en la bohardilla donde hacia trabajos de cerámica que vendía a los turistas...Salía recién de una ducha y una gran toalla la cubría. El pelo recogido y sus ojos color miel eran la escultura perfecta. Le pidió disculpas por haberla lastimado...Le dijo todo lo que sentía olvidando enojos. A veces la distancia de unos unos días hace ver las cosas de otra manera...Y allí estaban abrazados y con besos apasionados. Solo desató el nudo de la toalla y tuvo ese cuerpo y esa piel solo para él...¡Te amo! Le decía mirándola a los ojos...Su boca escribía sobre los pechos de redondez perfecta y de pezones endurecidos lo que su corazón sentía...Eran dos amantes en pleno éxtasis...Una estrella celestial los recibía en cada orgasmo...Y allá arriba, bien arriba...Se seguían abrazando.
A volver era la hora del crepúsculo, donde todo parece más lento, donde pareciera que los espíritus se tranquilizan...Sentía que era el momento justo de retomar la escritura ...Pero antes, otra visión desde lo alto de la montaña...Un duende de nariz larga y sombrero rojo levantaba su pulgar en señal de que estaba en el buen camino y el pensó que sí...Si era el camino que su corazón le indicaba...Nunca se podría equivocar.
ENRIQUE DI BAGGIO
SIN AUTOR NO HAY OBRA.
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