AL CONFÍN DE LOS MARES...

ENRIQUE DI BAGGIO

Sin autor no hay obra. 

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Ese hombre maduro había elegido la soledad. Bajaba por el camino de la montaña solamente a buscar provisiones. Sus esculturas son admiradas en las mejores exposiciones del país. 

Los últimas idas y vueltas al pueblo no eran iguales...Ella, esa joven llena de vida, tan bella que parecía esculpida por sus manos, logro mover los cimientos de su soledad. Su figura, su sonrisa y el saludo que le daba lo acompañaban a su casa montañosa. 

Y un día, ella como Mahoma, fue a la montaña. Quería conocer las esculturas de este hombre misterioso. Ella también lo pensaba. Lo asimétrico de sus vidas no era impedimento...Sus buenos modales, su educación y especialmente como la miraba la habían conmovido. 

Su llegada modificó todo...Él sintió que estaba nervioso e inquieto con su presencia. Ella miraba cada trabajo pasando sus manos suaves sobre el mármol. La atracción cortaba con su filo el lugar. 

La juventud y su belleza dispersaba la vida solitaria y tranquila de este  hombre maduro.

 Su perfume ya había invadido el ambiente. 

La tomo de la mano frente a la ventana, ella lo miró a los ojos y se besaron...Las palabras quedaron de lado ya estaban en otra galaxia.

Con los labios, en danza inusitada recorrió ese cuerpo. Besó sus pechos erguidos y llenos de juventud e hicieron el amor con sus cuerpos entrelazados y llenos de pasión. Se derramaron sus jugos,se llenaron de placer... 

Esa niña- mujer  rompió su soledad. Ella, en un momento susurrando le dijo que la había llevado "Al confín de los mares" 

No tuvo palabras para contestar esa frase tan elocuente de lo que había sentido...Le respondió con besos y caricias. 

Cuando miró desde la ventana la montaña que lo acompañaba desde hace tiempo le pareció que allá, en el medio,  un duende se asomaba saltando y aplaudiendo con alegría...Después desapareció. Nunca supo si fue real o lo imaginó. 

Ya a esa altura no importaba.