Todo empieza con una mirada, todo puede seguir con una sonrisa...Paola nos cuenta.
Enrique Di Baggio.
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Pensabas que era bonita y me podías mirar largamente sin emitir palabra alguna ni arrancar esa sonrisa de tus labios. En tus ojos me veía como una mejor versión.
Acariciaste mi mejilla un día y me plantaste el beso que me hizo creer que los cuentos de hadas se pueden vivir en carne propia. Sonreíste a la mitad y supe qué significaba sentir que todo es posible. Tenerte entre mis brazos simplificaba cualquier enredo, hacía que las cosas fueran de colores y que el cielo se viera soleado en un día nublado. Aprendí el encanto de la escala de grises con tus cambios emocionales.
Descubrí lo que es sufrir los dolores ajenos y lo que es preocuparte a un nivel que no puedo explicar.
Comprendí lo que es mirar a alguien y decirte: "este el inicio, él es el inicio del resto de mi vida".
Acariciaste mi mejilla un día y me plantaste el beso que me hizo creer que los cuentos de hadas se pueden vivir en carne propia. Sonreíste a la mitad y supe qué significaba sentir que todo es posible. Tenerte entre mis brazos simplificaba cualquier enredo, hacía que las cosas fueran de colores y que el cielo se viera soleado en un día nublado. Aprendí el encanto de la escala de grises con tus cambios emocionales.
Descubrí lo que es sufrir los dolores ajenos y lo que es preocuparte a un nivel que no puedo explicar.
Comprendí lo que es mirar a alguien y decirte: "este el inicio, él es el inicio del resto de mi vida".
—Paola E. Haiat
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