Conducía su auto alquilado en Marsella recoriendo la Costa Francesa...Cannes,Toulon, Monáco...Pero su meta era Génova. Su puerto,sus calles angostas, la casa donde nació Colón, la esperaban.
Él hace rato se había radicado en la la ciudad y al igual que ella era argentino de Buenos Aires. Había creado un lugar para los compatriotas que llegaran...Productos típicos para sentirse como en casa en un confortable bar situado en pleno centro justo frente a la plaza de Ferrari y cercano al palacio Ducale antigua sede de los magistrados urbanos.
Ella pensó al llegar que Génova tenía todo lo de una gran ciudad, lo bueno y lo malo...Pero su belleza y su historia la introducían en la entrañas mismas de la humanidad. Descubrió que en la Plaza Ferrari los italianos se reunían a tomar IL Aperitivo y quería compartir ese momento. Caminando por allí se encuentra con el bar de él y parecía que su país estaba allí, dentro de ese lugar...Al entrar las miradas de él se dirigieron a ese cuerpo perfecto, su cuerpo, con un rostro lleno de sensualidad y misterio...Se sentó en una mesa junto a la ventana y se presentó a atenderla.
Mientras lo hacia las palabras iban y venían...Ella también se sintió atraída por ese hombre que emanaba pasión en su mirada y en sus gestos. Quedaron en encontrarse a la noche en el mítico Puerto de Génova. La luna los esperaba llena y brillante y los hacía soñar como soñó alguna vez aquél genovés que pensó en la redondez de la tierra.
Se escuchaba la voz de Pavarotti mientras tomaban una cerveza italiana...Los sonidos y la escenografía que los rodeaba estaba en el lugar justo y el momento exacto. Había melodía en la conversación había atracción en las miradas...Se dieron el primer beso ese único e irrepetible. En el hogar de él situado en el pintoresco Bocadessa Antigua entrada de pescadores y situado entre rocas y casas bajas continuaron cruzando sus lenguas.Las sábanas recibieron todos los sudores.Los orgasmos estallaban, eran dos cuerpos en sintonia. Caricias y más caricias. Sentían que estaban en el mejor lugar, abrazados esperaron el amanecer. El volvería a su trabajo ella seguiría recorriendo.
A la noche estarían juntos y quien sabe podría convencerla que desparrame sus anclas aquí. Estaba sentenciado, que sea, como lo fue para él, un puerto de destino.
El amor estaba naciendo, y sabemos que el amor todo lo puede.
ENRIQUE DI BAGGIO
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