Todo su arte estaba intacto pero su corazón tenía dentro las tristezas por aquella mujer.
A la madrugada el alcohol apaciguaba dolores y tirado sobre la cama recordaba una y mil veces escenas vividas con ella...Y pasaba de simple paseos, o palabras dichas en algún lugar a momentos plenos de sexo como aquella noche que en la cabaña de las afueras recorrieron los cuerpos con caricias llenas de amor...Sus lenguas cruzadas y ese cuerpo con piel trigueña de ella que cabalgaba sobre él en una danza genial. La luna llena entraba por la ventana y daba matices de luces a sus movimientos...Y ese abrazo interminable con cuerpos pegados cuando el orgasmo se hacía realidad. Era el amor, no había dudas.
Pero hoy ella ya no está...Y cada noche los acordes del piano suenan a un alma con pena. A veces cree ver a ese niño feliz que alguna vez fue y las notas cambian sus sonidos. Es el mejor momento cuando era muy niño y todavía, no había sufrido por amor. Y ese es el instante que añora esa infancia llena de inocencia donde sus primeros acordes aprendidos tenían la dulzura de sus pensamientos puros y sus manos suaves de niño.
ENRIQUE DI BAGGIO
Sin autor no hay obra.
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