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viernes, 16 de enero de 2015


DON COSME: UN PELOTAZO EN CONTRA.


Mis recuerdos me llevan de nuevo a la placita Nobel. Ya entrando en mi adolescencia fui elegido por la barra de los “grandes” como llamábamos a los que eran 6 a 8 años mayores que nosotros los de alrededor de 14 ó 15, para participar del el gran partido de los Sábados a la tarde, el cual no era del agrado de algunos vecinos por el varios motivos casi obvios.  Pelotazos, gritos “Eso fue foul” “ Pasála” y algunas cosas más fuertes. Los elegidos de mi grupo eran mi amigo Oscar, hoy secretario general de la Sociedad de Distribuidores de Diarios y revistas, un capo (Gran persona, él y su familia) y yo. ¡Elegidos por jugar bien al fútbol, ni más ni menos! Por esa elección me llevaron dos veces preso como menor cuando la policía nos corría. En minutos nos entregaban a nuestros padres. Las denuncias la hacían los vecinos a lo que les molestábamos. Y era lógico que se molestaran: Un supuesto arco se hacía con dos bolsos en la calle sobre la esquina del pasaje Budapest y el otro en el extremo enfrente, cruzando totalmente por el medio de la plaza hasta el borde de la vereda de la misma ya sobre la calle Turín. En ese tramo de unos 100 metros de largo y 25 de ancho, eludiendo árboles y subiendo y bajando cordones, corríamos detrás de la N° 5…entre 15 y 18 tipos. Oscar y yo orgullosos: Pertenecíamos a la élite de energúmenos según algunos vecinos y de grandes jugadores según otros. Como Don Cosme, que disfrutaba vernos jugar. Y eso que su casa estaba en la esquina de Budapest, su persiana a metros de nuestro “arco” y los tiros desviados rebotaban en el frente de su casa, de su puerta….y en su persiana, mal ubicada, justo donde iban los mayores “tiritos”. Era un hombre de unos 70 años, bajito, gordito,  italiano hasta la médula,  con dos hijos bastante delincuentes. Lo recuerdo siempre con su camiseta blanca, su pantalón tipo pijama, sus chancletas con medias…y su forma de sentarse en la puerta a disfrutar nuestras virtudes futbolísticas. Vivía a metros de mi casa y era una parte de la escenografía de esa calle. Sacaba su sillita con asiento de paja, bajaba el escaloncito, la ponía al revés y apoyando sus manos en el respaldo observaba todo. Realmente, a la distancia, recuerdo el personaje que hacía Juan Carlos Calabró:  Aníbal, un pelotazo en contra. Don Cosme era Aníbal, por su forma de vestirse. Pero un día, un trágico día, su amor por mirar nuestro fútbol le jugó una mala pasada. Ya había comenzado el partido, un pelotazo en su ventana lo despertó de su siesta y se dio cuenta que se estaba perdiendo el espectáculo…presuroso tomó su sillita, y con su vestimenta habitual procedió a salir hacia la puerta de calle, bajar el escalón y… Al asomarse  un terrible pelotazo enviado por Roberto, de 1,90 de estatura y que calzaba 45, lo tomó de lleno en su tórax…el pobre no llegó a sentarse, cayó hacia atrás, vimos sus patitas cortas hacia arriba, con su silla encima y el acostado de c…en la entrada de su casa. Desesperado fuimos a ver que le había pasado a nuestro privilegiado espectador…Por suerte nada…solo un el dolor del golpe en el pecho. La camiseta blanca quedó con la marca de la pelota sucia. Era la prueba del delito. Se sonrió, se sentó como solía hacerlo y disfrutó del partido. ¡Don Cosme! Actualmente no podremos ver a personajes como él sentados tranquilamente en la puerta de su casa porque le afanarían hasta la silla y tampoco podemos a ver a “muchachitos” como nosotros realizando partidos en ese lugar. Otra época. Con el tiempo nos trasladamos al Parque Saavedra… Y Don Cosme, se fue al cielo. Seguramente con su sillita nos miraría desde allí. Fue testigo de muchos años de mi infancia. ¡Nada más ni nada menos! Pocas veces hablábamos, pero su imagen no se me borró.  Viejo y querido vecino, que en paz descanses. Y gracias, infinitas gracias por entendernos.

ENRIQUE DI BAGGIO

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