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lunes, 23 de febrero de 2015

Nadie se puede quedar con tu integridad.

Enrique Di Baggio


Época de muda. (2015)


La historia que relataré a continuación, me fue descripta por un compañero de Lavalle.
Lo fui a visitar a la penitenciaría local en cuanto supe de su detención, los cargos eran graves y si bien las circunstancias eran por demás extrañas, era probable que lo recluyeran por un largo tiempo.
Mi compañero es un hombre de campo, pero no es el común. Es un hombre cuya profunda y heredada calidad política e ideológica, lo ha convertido en un hombre muy instruido en ciencias, en filosofía, en literatura y en muchas otras artes y materias humanísticas, es también, nada propenso a la superstición y a la mentira, cualidades que no son muy comúnmente representativas del gauchaje.
Sin embargo, es hombre rudo y de pocas palabras.
Trabajaba hasta su arresto en una finca de su propiedad, de aproximadamente una hectárea, donde se dedicaba principalmente a la agricultura en pequeña escala.
De allí obtenía la mayor parte de su nutrición, y vendía el excedente para los gastos de combustible para maquinarias y generadores, si no fuera por ello, se diría que su modo de vida es del siglo XIX. Considerando que utilizaba faroles a queroseno como iluminación, ya que, en donde vive, no ha llegado aun la red eléctrica, aunque creo que no haría la conexión por mucho que pasara, tan a gusto estaba con su vida.
Creo que una vez me dijo algo que era cierto, o al menos lo consideré como una especie de sabiduría ancestral.
“si yo hiciera traer la luz eléctrica hasta aquí, no tendría control sobre lo que consumo hasta que la empresa me envía la factura con lo que se les antoje cobrarme… y como ya lo he consumido, no tengo derecho a patalear. Además, cuando uno tiene en abundancia, olvida apreciar lo que tiene. De este modo, m´hijo, tengo que cuidar de no quedarme sin combustible, tengo que ser austero y además, solo dependo de mi capacidad de previsión… en cambio, si la empresa te corta el servicio de electricidad por problemas de ellos, no hay nada que puedas hacer, y si te acostumbras a ello, estas perdido.”
Tal vez yo ya estaba perdido, pero no dejaba de fascinarme la coherencia ideológica de mi compañero, y por eso me rehúso a pensar que haya cometido un crimen si me lo niega. Es la clase de persona que no dudaría es confesar el mayor de los crímenes, para luego explicar el por qué de su acto, porque todo para él, era acción ideológica.
Esta misma ideología lo había llevado en algunas ocasiones a altercados con las fuerzas policiales y este era uno de los motivos por los cuales sospechaba yo, que su situación no se solucionaría con facilidad, mucho menos si continuaba insistiendo en su versión.
La versión que yo les muestro tiene más palabras, porque a diferencia de mi querido acusado, no he aprendido a ser austero con ellas.
El problema en primer lugar, es que nunca aclaró de donde salió el muchacho, intenté explicarle que esa actitud sólo lo hacia parecer más sospechoso ante el fiscal.
Algunos vecinos declararon que solían ver a diario al dueño de la finca, en las labranzas, con un muchacho delgado, de tez muy blanca, casi o quizás, albino. También, habían visto que el muchacho esperaba afuera de la tienda cuando mi compañero iba a abastecerse a veces de algunos productos indispensables que no producía. Nunca nadie escuchó hablar al joven.
Esto me sorprendió mucho inicialmente, ya que, si bien no era yo la mas frecuente visita de mi compañero, al menos iba a su finca una vez cada quincena desde La Costa a provisionarme de vegetales, que siempre se negaba a cobrarme, como se negaba a cobrarle a todo aquel que fuera hasta allí a buscar vegetales (eso si, debía cosechárselos uno mismo), y en todas esas oportunidades, yo nunca vi al pálido sujeto que describían .
Un testigo al que yo no conocía, y que vive en las cercanías, declaró que sospechó del asesinato cuando su perro empezó a ladrarle al supuesto horno de barro que mi compañero había construido pocos días atrás, justamente, pocos días antes de que se dejara de ver al muchacho, y como los perros enloquecían cuando el muchacho pasaba cerca de ellos…
Esa afirmación la hicieron varias personas, incluso el acusado admitió que una de las heridas que tenia en su brazo, se debía a un intento de proteger al jovencito del ataque de un pequeño grupo de perros.
El testigo principal al cual hago referencia y quien de hecho fue el que encontró el cadáver … o el aparente cadáver (según mi compañero),  dijo que se había extrañado un día cuando pasando por la finca, vio a su vecino enfrascado en una labor que parecía un horno de barro, pero que ciertamente, no estaba siendo construido de la manera apropiada, y todo hombre de campo sabe reconocer cuando estas cosas se están haciendo mal. Y asi se lo hizo notar.
Como respuesta, únicamente recibió un “ya verá usted” y continuó apresuradamente la labor, ese día no vió al muchacho, de hecho, ya no volveria a verlo hasta que fuese tarde… o demasiado temprano (según mi compañero).
Los testigos afirmaron también, que al interrogarlo por el muchacho, aquel paisano solo respondía “es un amigo, tiene problemas” y dejaba claro con la mirada que no respondería mas preguntas.
Lo que el sabio gaucho evidentemente no había aprendido, es que al chismoso hay que contarle una historia muy aburrida, porque si le presentas un misterio, seguirá indagando e inventando hasta el hartazgo.
Cuando yo le pregunté si esa afirmación suya acerca de su “amigo”era cierta, no era de chismoso. De verdad quería encontrar la forma de ayudarlo, me parecía imposible que él produjese ese crimen. Por toda respuesta, recibí otra pregunta, acusatoria: “¿alguna vez te he mentido?”, y vaya que me sentí mal de lo que él sabía que yo estaba pensando. Sabía que me estaba costando creerle, y yo sabía que si él veía eso nuevamente ya no hablaría conmigo, quien sabe, tal vez nunca más.
Le dije que haría todo lo posible para ayudarlo, y entonces continuó la charla.
Teníamos poco tiempo para hablar. Afortunadamente, ya había leído la denuncia del testigo principal.
Explicaba allí cómo, tras la desaparición del muchacho, aquel testigo empezó a sospechar, por el comportamiento de su perro hacia aquel “horno” que ya había observado que no tenia abertura, ni su construcción era la adecuada para aquella función, que el joven podía estar dentro del cubil sellado.
Entonces, una tarde, mi compañero fue interrogado, de manera casual, sobre el paradero de su amigo, que tanto solía acompañarlo en la finca.
Él solo dijo que el muchacho se encontraba afiebrado y descansando para recuperarse.
Como los días pasaban y el muchacho seguía sin ser visto, aquel hombre que ahora testificaba contra mi compañero, se escabullo una noche con luna, sin el perro, dentro de la finca y tras recorrer a hurtadillas por detrás de la casa unas 3 o 4 decenas de metros, encontró su objetivo y con una pequeña herramienta abrió un boquete en aquella estructura de barro.
Al iluminar dentro con una pequeña linterna de bolsillo, se encontró con el macabro espectáculo. Allí estaba el muchacho, echado de lado en posición fetal, con una coloración azulada y sin señales de vida.
Como es de esperarse, aquel hombre espantado corrió fuera del campo en dirección a una especie de vieja pulpería que se encuentra a unos 300 metros de la finca, donde van los borrachos de los alrededores a olvidar sus penas, porque allí podría obtener un teléfono para informar a la policía.
Pero cuando las personas en la pulpería escucharon lo que aquel hombre denunciaba, todos se alzaron y empezaron a preguntar sobre el asunto, muy excitados.
El propietario de aquella finca de la que hablaban, era hombre sumamente respetado por todos, y era obviamente difícil creer que se hubiera cometido allí un suceso tan aberrante.
No está claro aun, quién de ellos instó a ir a verlo con sus propios ojos, pero está claro que un grupo compuesto por cinco hombres ebrios y un sobrio, asaltó por la madrugada la finca de mi compañero, y mientras dos pegaban gritos de llamado para que el dueño saliera de la casa, el resto de ellos con un par de linternas y liderado por quien había visto el cuerpo, fueron rápidamente hasta donde supuestamente éste se encontraba.
El dueño de casa, salió casi desnudo, pero con el facón en la mano, dispuesto a darse duelo con quien tuviera que hacerlo.
“¡que tanto grito! ¡¿que carajo pasa?!”
“dice el Nieto que escondé un muerto… ahí se fué con los demá a ver el horno tuyo ese, quedáte tranquilo y no te hagá el bravo que somo más y estamos tomaos…”
“tranquilo las pelotas, el que entra como ladrón, sale en un cajón”.
Y ahí nomas se fue corriendo hacia donde estaba el resto del grupo, dispuesto a desparramarle las tripas a todos.
Pero al llegar ya habían arrancado las paredes de barro y podía verse al muchacho acurrucado y desnudo sobre la plataforma.
Uno de los hombres alumbraba el cuerpo con la linterna y este parecía brillar internamente, como cuando se alumbra a un cubo de hielo, pero los hombres ebrios no repararon en aquel suceso.
“¡que le hiciste al borrego, degenerao de mierda!”
Y mientras le alumbraban la cara a un gaucho furioso con un facón en mano, uno de los hombres intento mover con una mano el cuerpo del muchacho para comprobar su deceso.
Pero entonces, al grito de “no lo toqués!” de mi compañero, la mano de aquel que intentaba empujar el cuerpo, atravesó la piel del muchacho con un crujido de cascara de huevo y un montón de líquido salió a borbotones por el agujero… uno de los gauchos soltó un vómito casi instantáneo.
El cuerpo entero de mi compañero tembló de furia y con un alarido se abalanzó sobre los intrusos.
Afortunadamente, se pudo evitar una tragedia mayor, gracias a que los encandilados ojos de mi compañero por la luz de las linternas acusatorias no pudo distinguir bien las figuras ni dirigir las estocadas cuando la batahola se armó, y entre gritos, golpes y estocadas al aire, los gauchos se avalanzaban unos sobre otros.
Mi compañero estuvo a punto de ser linchado allí mismo cuando llegó el primer móvil policial y los redujo a todos a punta de pistola.
El resto, son informes de los oficiales, que no aportan absolutamente nada mas a la causa de lo que ya se ha contado aquí.
Por algún motivo no me habían dado acceso aún al informe de la autopsia, nadie había reclamado el cuerpo del muchacho, no tenia ningún familiar ni conocido que pudiera dar una identificación, un nombre o algo. Mi compañero se negaba a dar detalles.
Yo sabía perfectamente que si no lograba hacerlo hablar ,terminaría por pasarse  las siguientes dos décadas en la cárcel.
“escuchame” le dije ese dia “¿que le pasó al pibe?, te quiero ayudar… decime por qué lo metiste ahí, y que carajo le pasó para terminar como una bolsa de babas…”
“se estaba transformando…” respondió en voz igual de baja que su mirada “los borrachos de mierda lo mataron…”
“¿transformando?... ¿en que se estaba transformando?”
“¿Y YO COMO MIERDA VOY A SABER??” gritó. “!¿ACASO VOS SABÉS EN QUÉ TE ESTÁS TRANSFORMANDO, BOLUDO?!”
Hice una pausa, sabiendo que estaba llevando a mi compañero al límite de su tolerancia.
Al cabo de un tiempo, le dije:
“tenemos que conseguir un abogado nuestro, y empezar a pensar otra historia… yo te creo, pero entendé que no te van a soltar si seguís sosteniendo eso…”
“ya sé que no me van a soltar” dijo tras un suspiro, y luego mirándome a los ojos, agregó.
“me pueden sacar todo lo que puedan… pero si cedo voluntariamente a la mentira y a la hipocresía, voy a estar regalándoles algo que no podrían obtenerlo por si mismos, mi integridad.”
Conocía bien a mi compañero, sabía que no cedería su ideología ni su moral.
Salí del penal con la sensación de haber sido derrotado.




Manu Amagi.

SIN AUTOR NO HAY OBRA.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por compartir Enrique! Un abrazo enorme para vos,tu familia y todos tus lectores y oyentes... sin autor no hay obra.

El buscador de Parque Chas dijo...

Manu: ¡Gracias a vos! Mereces estar en mi blog ¡Salud!

Anónimo dijo...

¡Qué buen escrito, Buscador! Pablo