Cuando uno deja de solamente querer agradar...Cuando toma el control. Paola nos cuenta.
Enrique Di Baggio
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Vamos a ser realistas: no siempre fui así.
A veces dudaba tanto y le daba tantas vueltas en mi cabeza a lo mismo que terminaba mareada. Siempre temía no ser lo suficiente, que la gente no se quedara conmigo porque descubriera quién era en verdad. Cuando él se fue pensé que todos los hombres que se dieran la oportunidad de conocerme también saldrían por la misma puerta, corriendo: me sentí un monstruo, y quería dejar de ser yo. Quería ser una más bonita, con mejor cuerpo, una que pudiera no discutir. Estaba harta de discutir con él, con mis padres, con mis amigos, sobretodo conmigo misma, porque una voz me gritaba: "es que esto no está bien".
No lo estaba. Nada está bien si tú no lo estás, y seguía llorando cada noche antes de dormir pensando en que algo había hecho mal, pedía disculpas para estar tranquila y conciliar al fin el sueño.
Hasta que dejé de ser la chica en la que me estaba transformando y retomé el control. No fue fácil, estaba tan acostumbrada a esos malos tratos que temí mucho cuando un hombre empezó a tratarme bien: no sabía que la gente podía querer así.
Así, bonito. Así, sin lastimar. Así, como el amor debía ser desde el principio.
A veces dudaba tanto y le daba tantas vueltas en mi cabeza a lo mismo que terminaba mareada. Siempre temía no ser lo suficiente, que la gente no se quedara conmigo porque descubriera quién era en verdad. Cuando él se fue pensé que todos los hombres que se dieran la oportunidad de conocerme también saldrían por la misma puerta, corriendo: me sentí un monstruo, y quería dejar de ser yo. Quería ser una más bonita, con mejor cuerpo, una que pudiera no discutir. Estaba harta de discutir con él, con mis padres, con mis amigos, sobretodo conmigo misma, porque una voz me gritaba: "es que esto no está bien".
No lo estaba. Nada está bien si tú no lo estás, y seguía llorando cada noche antes de dormir pensando en que algo había hecho mal, pedía disculpas para estar tranquila y conciliar al fin el sueño.
Hasta que dejé de ser la chica en la que me estaba transformando y retomé el control. No fue fácil, estaba tan acostumbrada a esos malos tratos que temí mucho cuando un hombre empezó a tratarme bien: no sabía que la gente podía querer así.
Así, bonito. Así, sin lastimar. Así, como el amor debía ser desde el principio.
—Paola E. Haiat
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