PERTENECER EL UNO AL OTRO.

Sentía que en este mundo de locos donde vivimos él se estaba hundiendo en la mediocridad. Se alejó del apacible pueblo pegado a la montaña y dejó a la brisa de aire puro de su vida esperándolo. 
Ella en cada crepúsculo paseaba por el camino donde él debería volver ansiando verlo. Cada auto que se acercaba era una esperanza y el viento que soplaba algunos días parecía traerle su voz. 
La lucha por insertarse en esa sociedad enferma tenía un escollo insalvable y era extrañarla...Soñarla, sentirla cerca aún a cientos de kilómetros. Él también imaginaba volver por aquél camino montañoso. Un feliz día decidió que las oportunidades económicas no podían reemplazar esa desesperación de no tenerla.
Se levantó de madrugada y resolvió volver...El camino se le hizo largo, más largo que nunca.
Pertenecer el uno al otro, eso es lo que sintieron al abrazarse. Nadie se adueña de uno pero uno puede elegir pertenecer. 
La luna en cuarto creciente asomaba en lo alto de las cumbre, sentados en la entrada de la cabaña sentían lo mismo: Ese era su lugar en el mundo y ellos querían estar juntos allí. 
Siempre hicieron el amor sentido y lleno de placeres, pero aquella noche los placeres de esos cuerpos parecían trasladar esa cama al universo...Y volaban con lenguas que exploraban intimidades, con caricias sin pausas y con orgasmos que explotaban entre gemidos y abrazos. 
Se durmieron abrazados como si nunca más se fueran a separar...La mañana los encontró juntos en el lugar al que pertenecen y que nunca más dejarán. 
Ninguna quimera, ninguna ilusión podrá  de nuevo alejarlos. Se pertenecen sin obligación simplemente porque así lo sienten. 

ENRIQUE DI BAGGIO

SIN AUTOR NO HAY OBRA.