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lunes, 18 de agosto de 2014

NO MIRAR ATRÁS.

¿En qué momento decidimos que los recuerdos queden atrás definitivamente? ¿En qué momento pasan a ser un tango viejo? María Sol, alumna mía, mi orgullo, el año pasado nos deja este escrito para pensar. 

Enrique Di Baggio.
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Una sugerente cantidad de sucesos me conducen a diferir en la conclusión gracias a la cual hoy mi corazón no es capaz de voltearse a echar una mirada atrás. Hoy mi corazón prefiere mantener su visión al frente y a los costados, ya no atrás. Por más que en el pavimento de mi pasado se encuentren tus ojos raros, ya no disfruto reir con ellos, porque mi aliento ya no se entiende con tus palabras. Vos cantaste una canción sólo para poder jactarte de haberla cantado. Yo canto por el placer de cantar, y luego de ese placer se deriva el hecho. La accion mas espontanea se desprende solo del causante mayor, que toma la forma del sentimiento más profundo. El responsable de las manos que se ocupan de cubrir los ojos de los autores de cada movimiento inpensado. Si algo puedo llegar a asegurar, contemplando años de experiencias propias y anécdotas ajenas, es que la confianza es tirarse a un barril de agua casi helada desde doscientos metros de altura, pretendiendo que una voz traeria una salvación más grande. Aunque no la hayamos pedido, con los ojos vendados. Es encontrar un cuerpo cuya carne se ubique a kilómetros y su alma duerma junto a la propia. Es el conocimiento del valor de cada letra pronunciada. Si algo puedo asegurar, es que creí haber tenido la sensación de saberme valiente y depositar mi vida en algún par de manos. Puedo afirmar que hoy no cuento con ese hilo que nos ataba y desconozco el significado de muchos simbolos.. ya no logro entender como un órgano supo realizar cisuras entre el inmenso halo de compañerismo que imaginé teníamos. Tu filosofía se modificó, hoy tu boca solo expulsa "verdades" sugeridas. Expulsa momentos que no vivieron y quisiste renacer. Movilizaste toda la estructura para saberte más grande y sólo vomitas serpientes que te implantan los demonios que adoras. Veo llegar la mioclonía del adormecimiento despierta. Me hiela el alma. Me congela y mis partes caen en pequeñas divisiones de fragmentos escarchados martillando el suelo, dejando huecos desde el tercer al primer piso. Golpeando el fondo del mar con la intension de que tal vez, en algún momento, guiados por las corrientes marinas mis fragmentos se encuentren nuevamente entre sí, y vuelvan a desenterrarse. Mi lamento se resume sólo en melancolicos cristales de sal. Invisibles y estratégicamente forzados a conducirse bajo mi piel. Tu recuerdo es un tango viejo. Un violín estruendoso y un bajo marcando el compas del adiós


MARIA SOL MARTIN

SIN AUTOR NO HAY OBRA

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