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jueves, 4 de septiembre de 2014

LOS PASOS CONOCIDOS.

Todos alguna vez estuvimos hundidos en un sillón o en otro lugar 

esperando los pasos salvadores que nos saquen de allí. María Sol 

nos cuenta lo que se siente.

Enrique Di Baggio

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Los pasos golpeaban el suelo, gobernaban el sonido y mi corazón agitado deseaba que fuera ella. 
Que fuera ella y bien o mal me saque de este lugar. 
Que me saque y pueda despegarme de este asiento cuya tela ya se hace parte de mí, que se confunde con mi piel y se cree jaula de mi carne. 
Los pasos eran de pies desconocidos, que yo pretendía conocer. Pretendía imaginar que eran los pies de ella, que caminaba hacia esta puerta vacia y enormemente abierta pero vacía. 
Solo puedo divisar la nada, veo el pasado y veo como puede y va a repetirse. Veo mi nombre en unos años o quizas no. 
Los pasos de a poco dejan de regalarme el simbólico privilegio de oírlos y siento como se alejan y mis ojos intentar perseguir ese sonido por más que no sean los de ella. 
Mi antebrazo y el apoyabrazos del sofá suponen la fundición y estos pesados ropajes que abrigan mi cuerpo tomaron la forma de mi silueta avisándome que no iba a poder despojarme de ellos. Que estas telas son la representación del encierro que siento frente a la puerta abierta, que me muestra la libertad sin que pueda verla. 
Si no cruzo esa puerta probablemente me hunda en este suelo. Aunque ella no fuera, seria mejor que este vacío cualquier par de zapatos, cualquier persona que interrumpa el sepulcral y ruidoso vacío que genera esa puerta llena de gente y vacía de ella. Llena de todos,  vacía de mi todo.

MARIA SOL MARTÍN.

SIN AUTOR NO HAY OBRA.

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