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martes, 24 de enero de 2012

¿DÓNDE ESTÁ QUIROGA?

CAPÍTULO 5

BLOQUE 1

Las horas se le hacen interminables. Se sienta, se para, camina y vuelve en el pequeño metro que la cadena le permite alejarse. El arrastre de ésta en el mosaico suena como fondo de la angustia que siente. El infierno está en ese metro. Se interrumpen todos los pensamientos del comisario ante la entrada de sus tres carceleros. El Negro, con mirada altiva y el odio dispuesto a salir de sus entrañas. Metralla con la vista dirigida al suelo sin mirarlo a los ojos. Dedos siguiendo a su “amo” con la mirada de un ser nacido para cumplir órdenes. Un lacayo servil que se mueve como si no tuviera alma. Dirigido como un muñeco de ventrílocuo. El Negro sigue con su trabajo psicológico ahora averiguando exactamente y por boca de Quiroga, como hizo para hacerlo caer preso. Quería detalles de algo que nunca pudo o no quiso comprender. Ante una contestación del comisario que no le gustó se acercó y le encajó, si le encajó, un tremendo puñetazo que le partió el labio. Fin de los “buenos modales”. Ante la recriminación de Quiroga remarcándole lo cobarde que era pegándole a un hombre esposado, una tremenda patada de Dedos sobre la ingle derecha lo dejó retorciéndose de dolor.

BLOQUE 2

Pezoa le informa la noticia que Quiroga está con vida a Bárbara y a Ariana, que estallan en un llanto repleto de alegría. Se abrazan, se besan, y casi se tiran encima del detective, quien quiso darle la noticia personalmente y con unas incómodas muletas dio cada paso de entrada al edificio y luego al departamento de su ex jefe. La liberación sería inminente pero, como todo buen policía, no abundó en detalles de la forma ni el momento exacto. Las preguntas eran miles, las respuestas, sólo las necesarias. Pezoa les pidió que hasta que se produzca la liberación, no digan nada ni a los hijos de Bárbara. Sólo como precaución. La mujer empezó a tener conciencia que la liberación todavía era una difícil tarea a realizar. Irina recordó historias que el papá le había contado sobre unas tensas liberaciones de rehenes. El detective le pidió prudencia pero les inspiró confianza. Un llamado al celular le indicaba que la operación se iba a realizar en menos de una hora. Bárbara intuyó lo que le habían avisado pero la “Cara de póker” de Chiquilín, como lo llamaba Quiroga, la hizo dudar.

BLOQUE 3

El grupo GEO de asalto, cuatro móviles particulares atestados con policías de civil y acompañados por el ayudante de Pezoa, Ramírez, estaban llegando al lugar donde estaba Quiroga. No se esperó hasta la noche como se lo había pedido Metralla. La sorpresa, incluso para éste, haría todo más simple y con la posibilidad de detener a todos, incluso al Negro Díaz, pieza deseada para los cazadores policiales. Comunicaciones entre las radios de los autos. Instrucciones del comandante del grupo Geo a sus hombres, todo era el preludio del objetivo: Rescatar a Quiroga y si es posible detener a la banda. Todos estaban informados que Metralla era el soplón y había que resguardarlo, pero también sabían que la sorpresa podía jugarle en contra y tener una reacción impensada. En la casa, el Negro estaba cada vez más violento, ya no solo con presión psicológica sino con maltrato físico. Su odio afloraba con intensidad. Metralla ya se sentía incómodo, Dedos acompañaba a su jefe hasta en los gestos. En medio de ese ambiente Quiroga trataba de mantener su dignidad soportando preguntas sin repuestas y golpes. En un momento de silencio total, justo en ese momento, donde no había palabras ni ruidos, la puerta se abre violentamente y el grupo de asalto entra a la casa como solo ellos saben hacerlo. Sorpresa total. Dedos intenta disparar y es abatido con un certero balazo en el pecho. Quiroga se agacha lo más que puede para no ser herido. El Negro, como todo cobarde, solo atinó a dirigir su última mirada de odio hacia Quiroga y casi en el mismo momento levantar sus brazos en síntoma de entrega total. Metralla quedó inmóvil, en el mismo lugar donde estaba, solo levantó sus manos para ser palpado. Ramírez, emocionado entra detrás y vé a un hombre al cual admiraba, sucio, golpeado, atado a una mugrienta cadena y esposado. La emoción de encontrarlo vivo lo hace dirigirse hacia él, inclinarse y tomarle la cara con ambas manos, mirarlo a los ojos, y decir con palabras salidas de lo más profundo de su corazón: “¡Comisario!”. Lo abraza apoyando la cara ensangrentada de Quiroga en su pecho, como si fuera su padre herido. Así lo sentía. Los dos quedan abrazados por un minuto donde se transmitieron años de sentimientos y sensaciones. De fondo, se escuchaba a los demás policías con todos los ruidos típicos de la situación. El comandante de GEO, otro viejo conocido de Quiroga se acerca y le pregunta: “¿Estás bien Adalberto?”- El comisario levanta la cabeza “asfixiada” por el abrazo de Ramírez y le responde: “Sí Quique, estoy bien y demás está decirte que me alegra verte” Una sonrisa de los tres y la palmada del camarada en la espalda de Quiroga, cerró la escena.

FIN DEL CAPÍTULO

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