Vicente Vidente con
Enrique 25/02/13 TERCERA PARTE
VIENE DE MÚSICA Y LECTURA DE MENSAJES
V: Le quiero decir a la gente que se puede quedar
tranquila... Digo, si es que alguien se había puesto mal por el estado
emocional del señor Enrique, sepan que ahora está mucho mejor. ¿No es así,
Enrique?
E: (ALEGRE) Me siento renovado. Como si nada malo hubiera
pasado ni me pudiera pasar jamás.
V: ¿Ya ve? Todo malestar y su conducta errática no era por
otra cosa que por un síndrome muy común entre mis clientes, digo, pacientes...
E: ¿Síndrome de Estocolmo?
V: ¡No diga pavadas! Me refiero al síndrome de abstinencia
del Falo Sagrado.
E: Gran verdad. Lo viví en carne propia.
V: Fíjese que sólo dos minutos de tratamiento intensivo
mientras sonaba la canción fueron suficientes para dejarlo como una seda.
E: (ENAMORADO) Yo diría más bien como un terciopelo que
muere por ser acariciado.
V: (PICARÓN) Parece que alguien se quedó con ganas de más.
E: Cuando usted lo disponga, Maestro.
V: Veremos, veremos, después lo sabremos. No se ponga
ancioso.
E: Cuesta pero lo voy a intentar.
V: Cambiando de tema, hay algo muy importante que todavía no
le conté.
E: ¿Sí? ¿De qué se trata?
V: ¿Recuerda que antes del viaje le conté de mi viejo y gran
amor de Bariloche?
E: Sí, claro. Un encuentro accidentado y fugaz con una...
“mujer” muy... “particular”.
V: (ENAMORADO) Particular y mágica.
E: (ILUSIONADO) No me diga que la volvió a ver.
V: Le digo que... (LLORA) sí... la volví a ver.
E: No se ponga así, Maestro. ¿Quiere contarnos para sacarse
la angustia?
V: (LLORA) ¿Que no me ponga cómo? ¿De qué angustia habla?
E: Vamos, Maestro. Se puso un poco mal... está llorando.
V: Vicente Vidente no lloró al nacer y no lo hará ahora por
tan sólo una mujer.
E: Cuéntenos, Maestro. Le va a hacer bien. Acuérdese del
apoyo que recibió de la gente la vez pasada.
V: (BRONCA) Es verdad. Usted se reía de mí y los oyentes se
encargaron de ponerlo en su lugar.
E: No sea rencoroso.
V: No sé si contarle... para que se ría de nuevo...
E: Le prometo no reirme. Quiero ayudarlo.
V: Está bien. Pero a la primera que se ríe...
E: (ENCIMA) Usted no se preocupe. Cuente nomás.
V: El último día nos avisaron que el avión estaba retrasado,
por lo que teníamos que hacer tiempo en la ciudad de Bariloche.
E: ¿Fueron a comer chocolates?
V: Nuestro ritual todos los días era primero pasar por el
spa y despuéscomer fondiú... teníamos el hígado a la miseria.
E: (ENOJADO) ¿No era que trabajaban tanto que ni habían
podido descansar?
V: Pero, hombre... el spa estaba incluido en el precio y
algo había que comer, ¿no?
E: (MALHUMORADO) Bue, siga.
V: Entonces alguien sugirió ir a un paseo del terror que
había ahí.
E: Como una especie de tren fantasma, pero caminando.
V: Así es. Entonces entramos con la producción y Pablo. La
producción dijo que invitaba ella, total era plata de usted, Enrique.
E: Ah, qué bien.
V: Sí, fue un buen gesto, le agradezco mucho.
E: (ENOJADO) Siga, por favor.
V: Uno iba caminando y se le aparecía gente mal disfrazada
de mosntruos que intentaban asustar pero daban pena.
E: Se ve que no era muy bueno.
V: No, pero con la producción daba resultado porque pegaba
cada salto que se agarraba de Pablo y de mí y no nos soltaba.
E: Ya la voy a agarrar a esa...
V: En el medio del camino, todo oscuro, pasaron un par de
muchachos, me miraron y dijeron “qué bien logrado está este disfráz... mete
miedo en serio”.
E: (RIE) ¿De verdad le dijeron eso?
V: No entiendo de qué se rie.
E: No, no... nada, Maestro. Siga, por favor.
V: Seguimos caminando y veo una persona enorme disfrazada de
Yeti.
E: (RIE) Ya me puedo imaginar como sigue esto...
V: Si se va a reir de mí, no le cuento nada.
E: No, no, Maestro. Discúlpeme. Siga, por favor. No me rio
más.
V: Había algo en el Yeti que me llamaba poderosamente la
atención. Trataba de usar mis poderosos poderes mentales pero no determinaba
por qué era.
E: ¿Y entonces?
V: (LEVANTA) A medida que me acercaba, mi corazón latía más
y más fuerte.
E: Sí...
V: (ARRIBA) Hasta que llego a su lado... estaba de
espaldas... se da vuelta y...
E: (INTRIGADO) ¿Y?
V: Y me hace ¡Buh!
E: ¿Se asustó?
V: Lejos de asustarme... al ver esos ojos quedé
hipnotizado... como un flashback vinieron a mí los recuerdos de aquella mujer
policía que había conocido en el cerro Otto.
E: ¡¿El Yeti era ella?!
V: El disfráz la tapaba, pero al ver esos ojos, esas
abultadas cejas, no lo dudé. ¡Era la misma mujer!
E: ¡Como si le hubiera hecho falta un disfráz!
V: ¡Déjese de chistes!... Ni siquiera con mis poderosos
poderes mentales había podido anticipar lo que estaba sucediendo.
E: ¿Y qué pasó?
V: Cuando pude volver un poco a mí, noté un gesto de
sorpresa en su cara.
E: No me diga que el Yeti lo reconoció...
V: Le voy a pedir que no le diga Yeti.
E: Tiene razón... perdón.
V: Pensé que me había reconocido, pero luego noté que el
gesto no se le iba.
E: ¿Seguía sorprendida?
V: Eso pensé... pero pasaban los segundos y me seguía
mirando así.
E: Qué raro.
V: Ahí me di cuenta... No era un gesto... se ve que se había
hecho una cirujía estética y se quedó así, nomás.
E: Claro... algunas mujeres quedan tan estiradas que es como
un gesto de sorpresa permanente.
V: Lo más raro es que para qué necesitaría una cirujía
estética una mujer tan hermosa como ella.
E: (RIE – DISCIMULA) Claro... qué raro, ¿no?
V: Rarísimo. Entonces pensé, (FIRME) Vicente Vidente, es
momento que tomes las riendas y te animes a hablarle.
E: Claro, que no le pasara como la otra vez que no le salían
las palabras.
V: Entonces tompe coraje y le dije: ¿Sos vos?
E: (INTRIGADO) ¿Y qué le contestó?
V: Balbuceó.
E: ¿Cómo que balbuceó?
V: Sí, no se le entendía. Al principio pensé que estaba en
personaje de Yeti.
E: Claro, los Yetis no hablan, balbucean.
V: Pero seguía balbuceando y mirándome con sus hermosos ojos
saltones, con sus cejas tupidas, con su gesto de sorpresa, desde allá arriba,
desde sus 2 metros y pico de altura.
E: (SARCÁSTICO) Irresistible.
V: Totalmente irresistible. Yo estaba enamoradísimo, pero
quería hablar con ella. Entonces incistí y le dije “Te acordás de mí”.
E: ¿Le contestó?
V: (TRISTE) Balbuceó dos palabras, se dió media vuelta y se
fue rengueando. (LLORA)
E: ¡No! ¡Otra vez!
V: (LLORA) Mi corazón, que había quedado al descubierto...
que en ese instante ya no tenía esa coraza impenetrable... fue nuevamente
destruido en mil pedazos. (LLORA)
E: Pobre, Maestro.
V: (LLORA) No puedo seguir...
E: Maestro... a todo esto, Pablo y la producción, ¿dónde
estaban?
V: De repente los vi venir juntos, transpirados... ella se
acomodaba la camisa y el se subía la bragueta... no sé qué habrían estado
haciendo, ni me importaba.
E: ¡¿Cómo?!
V: ¡¿Puede dejar de pensar en usted?! (LLORA)
E: Tiene razón. Eso después lo charlamos.
V: Estaba tan destruido, tan triste, que para castigarme por
haber cometido el error de abrir mi corazón, decidí no volver en avión, sino en
micro.
E: Pero son como 21 horas de viaje contra solamente 2.
V: Fue el castigo que me di para aprender de una vez por
todas a no caer en ese error nunca más.
E: Asíque se volvió en micro.
V: Fui a la terminal y me saqué un pasaje para el micro más
incómodo, uno de esos escolares, con asientos rotos y mal olor, que paran en
cada pueblo y se descomponen cada 20 kilómetro.
E: No me diga...
V: Y para rematar, fui las 28 horas que tardó en llegar,
llorando y escuchando una, tras otra, tras otra vez, la canción que voy a poner
ahora que se llama “Siento tu amor ausente”
E: (TRISTE) Maestro...
MÚSICA: SIENTO TU AMOR AUSENTE : ERUCA SATIVA
AUTOR.
PABLO MEZA.
SIN AUTO NO HAY OBRA.
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